Jeanne Jeck: «Las desigualdades dificultan poner fin al VIH-SIDA hasta 2030»

La representante de ONUSIDA en Guinea Ecuatorial recuerda a la sociedad que no vamos por buen camino para poner fin al sida para 2030 por la desigualdad, pero augura que, si instauramos la igualdad, lograremos acabar con el SIDA.

Este jueves, 1 de diciembre, el mundo conmemora el Día Mundial del VIH-sida con el  esloganIgualdad Ya”, y ONUSIDA insta a todos y cada uno de los vivientes a abordar las desigualdades que están frenando el progreso para poner fin al sida. Por tal ocasión, la representante de esa Organización de las Naciones Unidas en Guinea Ecuatorial ha lanzado un mensaje alentador a la población.

Queridos amigos:

Hoy debemos rendir homenaje a los más de 40 millones de vidas que se han perdido por el sida. También es el momento de hacer balance de la respuesta al sida y de comprometernos de verdad a poner fin al virus.

Esta misma semana hemos lanzado un nuevo y poderoso informe, “Desigualdades peligrosas”. A lo largo de sus páginas, buscamos llamar la atención del mundo hacia una realidad dolorosa: a día de hoy no vamos por buen camino para poner fin al sida para 2030, y la razón es la desigualdad. Sin embargo, también hay buenas noticias: si instauramos la igualdad, lograremos acabar con el sida.

En primer lugar, debemos lograr la igualdad de las mujeres y las niñas para reducir sus riesgos respecto del VIH. En el África subsahariana, las niñas adolescentes y las mujeres jóvenes tienen tres veces más probabilidades de infectarse con el VIH que los niños y los hombres de la misma edad. Y solo hay un porqué: la desigualdad.

El hecho de permitir que las niñas permanezcan en la escuela hasta que completen la educación secundaria reduce su vulnerabilidad a la infección por el VIH hasta en un 50 %. Y cuando incluimos una educación integral sobre sexualidad y otras medidas para la capacitación de las niñas, es evidente que su riesgo se reduce aún más. Aparte de esto, debemos combinar los servicios para la salud sexual y reproductiva y los servicios para prevenir y responder tanto a la violencia sexual y de género como al VIH. Deben estar diseñados de tal manera que funcionen para todas las mujeres y niñas, en toda su diversidad.

En segundo lugar, debemos lograr la igualdad de las personas marginadas. La discriminación contra las personas marginadas está perjudicando gravemente la respuesta al VIH. En todo el mundo, los gais y otros hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres tienen 28 veces más probabilidades de vivir con el VIH que la población general. Asimismo, las personas que se inyectan drogas corren 35 veces más riesgos; los trabajadores sexuales, 30 veces más, y las mujeres transgénico, 14 veces más.

No lograremos poner fin al SIDA hasta que seamos capaces de erradicarlo en todo el globo. La evidencia habla por sí sola: solo al descriminalizar, la gente se acercará a los servicios. La descriminalización salva vidas. No solo debemos esforzarnos por descriminalizar, sino que también hemos de luchar contra el estigma.

El estigma refleja de qué manera la sociedad sentencia a las personas por ser quienes son, y mata. Debemos acabar con el estigma hacia las personas que viven con el VIH y las comunidades marginadas. Y para ello necesitamos la colaboración de todos y cada uno de los líderes: líderes políticos, líderes confesionales, líderes tradicionales y líderes culturales. Unámonos todos, démonos más. Trabajemos por la igualdad.

En tercer lugar, si hay una desigualdad que me rompe el corazón especialmente, es aquella que afecta directamente a los niños que viven con el VIH. Teniendo en cuenta los avances científicos con que contamos hoy en día, ningún bebé debería nacer con el VIH y ningún niño seropositivo debería estar sin tratamiento. Lamentablemente, en la actualidad, aunque tres cuartas partes de los adultos que viven con el VIH están en tratamiento, solo la mitad de los niños lo están. Y esto es intolerable. No permitiremos que esta realidad vergonzosa y esta injusticia evitable continúen.

Por último, y de manera crucial, para poner fin al sida, debemos abordar las desigualdades existentes en el acceso a los recursos. La crisis de la COVID-19 y la guerra en Ucrania han aumentado la desigualdad en todo el mundo. Día tras día, los países del G20 reciben 136 millones de dólares en reembolsos de deuda procedentes de los países pobres del sur.  Mientras tanto, en estos países, los reembolsos de deuda suponen 4 veces más que su gasto en salud, y el doble de lo que gastan en educación.

En medio de una crisis de deuda, de la austeridad y la desigualdad que afecta a los países en desarrollo, algunos países ricos han reducido la ayuda que destinaban a la salud mundial e incluso están sopesando recortes aún más profundos. Y eso no está bien. Este no es el momento de dar un paso atrás, es el momento de ayudar, y de hacerlo cada vez más.

Recuerden que, gracias a la solidaridad internacional, hemos logrado reducir las desigualdades en la financiación. Y no solo eso, también hemos conseguido avances increíbles contra el sida, entre los que destacan el adherir a más de 28 millones de personas al tratamiento que salva vidas. Y somos nosotros los que debemos llevar a cabo ese trabajo.

En el Día Mundial del Sida, ONUSIDA se une a las personas que viven con el VIH y a las comunidades de todo el mundo en un llamamiento compartido a la acción: trabajemos por la igualdad, igualemos el acceso a los derechos, el acceso a los servicios, el acceso a los recursos y el acceso a la mejor ciencia y a la mejor medicina. Solo así lograremos acabar con el sida.

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