¿Va el petróleo hacia el colapso?

El Texas cotiza en negativo y el Brent, en 25 dólares. La dificultad para almacenar el exceso de oferta de crudo ha provocado un desplome, aunque pondría revertirse en los próximos meses.

Apenas un mes y medio después de la mayor caída del petróleo en toda su historia (hasta anteayer), el crudo volvió a vivir una jornada negra, con un desplome de más del 100% en su variedad americana, el West Texas Intermediate, lo que ha situado el precio del oro negro en negativo por primera vez en su historia. Con ello, cabe preguntarse si el mercado petrolero va hacia el colapso y cuánto podría durar esta anomalía. Y la verdad es que lo que sucede en el mercado es una auténtica masacre para el sector, ya que el desplome de la demanda por el coronavirus y la lentitud a la hora de recortar la producción han generado un enorme exceso de suministro que amenaza con desbordar en pocos meses los almacenes globales y que y está generando tensiones en algunos sitios. Sin embargo, aunque esto haya abocado al crudo a protagonizar un hundimiento histórico, no todo el petróleo se vende a precio de derribo.

Cuando la agencia de ráting Fitch dijo hace apenas dos semanas que el petróleo podría caer hasta “cifras de un solo dígito” en el caso de que no hubiera un pacto para ajustar el suministro de crudo, probablemente no esperaba que se llegase a un escenario todavía peor ni que esto sucediera también en el caso de que sí se produjera un acuerdo. El precio del barril de Texas se situó ayer en -37,6 dólares por barril, situándose en negativo por primera vez en la historia. Esto es, una cifra que implica pérdidas masivas para los productores. Así, sesenta años después de la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y pese a haber recogido a un amplio número de nuevos socios externos en los últimos años, de la envergadura de Rusia, Estados Unidos, Canadá o Brasil, el cártel se encuentra en una posición que no podría ni haber imaginado entonces.

El origen de la caída radica en el desmoronamiento de la demanda mundial por el coronavirus, un desplome que ha sido especialmente intenso en este mes de abril, pero que seguirá siendo particularmente virulento durante mayo y junio. En concreto, el consumo se habría reducido en 29 millones de barriles al día este mes respecto a los niveles del año pasado (cerca de un 30%), para pasar a caer en 26 millones de barriles al día en mayo y a 15 millones de barriles en junio. Sin embargo, también hay analistas que anticipan una caída todavía mayor, como es el caso de Daniel Yergin, vicepresidente de Markit, que apunta a una caída de hasta 35 millones de barriles de crudo al día, debido a la paralización de la actividad económica en buena parte del mundo.

Y el ajuste petrolero pactado no sólo llega demasiado tarde (entrará en vigor en mayo, cuando la demanda global ya caía con fuerza en marzo), sino que también es demasiado escaso, de 15 millones de barriles diarios, la mitad de lo que puede caer la demanda. Y no sólo eso, sino que cerca de la mitad de este ajuste está en el aire. Por un lado, algunos países de la OPEP tienen asignada una cuota superior al nivel que actualmente están extrayendo, por lo que es difícil que vayan a reducirla todavía más. Por otro, el cártel desconfía de sus nuevos socios. El último informe mensual de la Organización muestra que la OPEP espera que los países ajenos a ella recorten su suministro en poco más de cuatro millones de barriles al día en los próximos meses, la mitad de la cifra prometida. Esto puede llevar a una mayor desconfianza que haga que el pacto vuele por los aires.

Todo ello ha provocado este desplome histórico de los precios, pero la caída no ha sido ni mucho menos homogénea para todos los tramos del mercado. Así, el barril de Texas llegó a hundirse un 300%, mientras que el de Brent, de referencia en Europa, caía un 9%, hasta los 25,6 dólares. ¿Por qué esta diferencia? Porque Estados Unidos es un mercado con una fuerte producción local (12,3 millones de barriles diarios) que, a este precio ya no compensa exportar, mientras que Europa tiene una fuerte dependencia del crudo de importación que, mientras la cotización se mueva en este entorno, no compensa traer. Por ello, el diferencial entre ambos mercados (habitualmente, unos 5 dólares como máximo) se ha multiplicado.

¿Recuperación?

Y la caída tampoco ha sido igual para todas las franjas temporales, ya que si bien es verdad que el barril de Texas actual (esto es, para su entrega en mayo) se ha desplomado, debido a que está a punto de convertirse en petróleo físico y no hay espacio donde almacenarlo, esto no ha sucedido así en la misma medida en el mercado de futuros. Por ejemplo, el barril para junio cotiza a 21 dólares (aunque es cierto que tras registrar una caída del 16% ayer) y su precio se va elevando progresivamente en los meses siguientes, hasta rebasar los 30 dólares por barril a partir de septiembre. Aunque se trata de cifras puramente especulativas, ilustran perfectamente hasta qué punto el mercado petrolero estadounidense se encuentra colapsado de cara a las próximas semanas y cómo se espera que la situación se empiece a aliviar dentro de unos meses. Sin embargo, estas expectativas se podrían ver truncadas si las medidas de precaución en los grandes países desarrollados, y especialmente en EEUU, se extienden durante los próximos meses, ya que esto acabaría con la temporada de verano, que implica más desplazamientos.

Además, aunque sea posible un rebote en el corto plazo, debido a que los niveles actuales resultan inasumibles para los productores y a que los intermediarios tratarán de buscar nuevos huecos para almacenarlo (por ejemplo, rellenando los pozos ya agotados), el enorme excedente de crudo en stock durante las últimas semanas (y las que quedan) limitará mucho el recorrido al alza en el futuro. Esto supone una muy mala noticia para los países exportadores, que no sólo han visto fuertemente recortadas sus ventas sino también sus precios. Todo ello augura una gran dificultad para pagar tanto las deudas tanto soberanas como corporativas, lo que podría llevar a un fuerte aumento de las quiebras en el sector y al cierre de la capacidad operativa, pudiendo llegar incluso más allá de lo planteado por los grandes países petroleros en el medio plazo. Eso sí, después del colapso del mercado y del sector, que podría llegar a arrastrar también a sus acreedores en su caída.

Sin embargo, la situación tampoco es muy esperanzadora para los grandes países consumidores, ya que estos precios se alcanzan precisamente cuando y porque no hay demanda, lo que limita el efecto positivo que pudieran tener para la economía. En el caso de un país como España, el abaratamiento del precio del crudo en unos 50 dólares por barril desde principios de año supondría un ahorro en importaciones de unos 20.000 millones de euros a lo largo de todo el ejercicio, lo que rebajaría tanto la factura directa para los consumidores (el precio en el surtidor) como la indirecta (los menores costes del transporte, de la luz, de plásticos, químicos y fertilizantes agrarios o precios más bajos en aquellos productos que requieren un mayor desplazamiento). No obstante, esto sería así en un ejercicio habitual, pero no cuando el consumo de carburantes cae cerca de un 80% respecto a los niveles del año anterior; entonces el efecto es mucho más limitado. Con todo, los bajos precios del crudo sí podrían resultar de ayuda en los próximos meses, en el caso de que se levantaran las medidas contra el coronavirus de cara a la temporada turística de verano, ya que unas tarifas más bajas por parte de las aerolíneas podrían ayudar a superar las reticencias que tengan los extranjeros para visitar el país en los próximos meses.

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