La Iglesia católica despide a Benedicto en un histórico funeral con 50.000 asistentes

El entierro del emérito se ha llevado a cabo, pese a las dudas, con solemnidad y acorde al cargo que ocupó. Aunque como ya hay un papa, Francisco, no sigue la misma tradición.

«Benedicto, fiel amigo del Esposo [Jesús, esposo de la Iglesia], que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz», sellaba el papa Francisco la despedida final a su predecesor, Benedicto XVI, en una jornada histórica para la iglesia católica con un funeral con dos papas: el fallecido y el que preside la homilía. «Queremos decir juntos: en tus manos encomendamos su espíritu».

Con toda probabilidad, «histórica» será también la palabra más repetida en las crónicas de los más de 1.000 periodistas de 30 países acreditados estos días para cubrir las ceremonias fúnebres de Benedicto XVI, que han cerrado la inédita etapa de los casi 10 años de convivencia pacífica de dos papas en el Vaticano. Los funerales organizados pondrán fin a estos actos, con el entierro del papa emérito en las criptas de la basílica del Vaticano.

Entre estos dos momentos, la solemnidad y los ritos milenarios de una iglesia que se originó hace 2.000 años han alcanzado uno de sus particulares cenit. La ceremonia ha durado casi tres horas entre los imponentes mármoles blancos de la basílica de San Pedro, con el fallecido papa dentro de tres ataúdes (el visible, de olmo). Lo ha presidido su sucesor, Francisco, y lo ha oficiado (debido a los problemas de rodilla del argentino) Giovanni Battista Re, el decano del colegio cardenalicio.

Aunque la homilía de Francisco en honor de su predecesor apenas ha mencionado su nombre, hasta esa última línea en la que lo ha descrito como «fiel amigo» de Jesucristo, esposo de la Iglesia católica, ha estado llena de referencias a su labor. «Como el Maestro, un pastor lleva la carga de interceder y la tensión de ungir a su pueblo, especialmente en situaciones donde la bondad debe luchar para prevalecer y la dignidad de nuestros hermanos y hermanas está amenazada», dijo Francisco. «En el curso de esta intercesión, el Señor otorga silenciosamente el espíritu de mansedumbre que está listo para comprender, aceptar, esperar y arriesgar, a pesar de los malentendidos que puedan resultar».

Como ‘papa reinante’, Benedicto pidió a la comunidad cristiana que «siguieran sus pasos»: «Aferrándonos a las últimas palabras del Señor y al testimonio de toda su vida, también nosotros, como comunidad eclesial, queremos seguir sus pasos y encomendar a nuestro hermano en las manos del Padre. (…) Que esas manos misericordiosas encuentren su lámpara encendida con el aceite del Evangelio que difundió y testificó durante toda su vida».

Joseph Ratzinger ha tenido así un velatorio que, a grandes rasgos, calca el de un papa reinante. La ceremonia ha seguido incluso el rito Ordo exequiarum Romani Pontificis, como establece la Constitución apostólica Universi Dominici Gregis, de 1996. Con solo algunos cambios debido precisamente a su condición de papa jubilado. Por ejemplo, no ha habido súplicas finales, las de la Iglesia de Roma y las iglesias orientales, pues son «muy específicas del papa activo». Tampoco, tras la sepultura de Benedicto, se declararán las novendiales, el periodo de nueve días de luto que sigue a cada muerte de un pontífice, porque en Roma ya hay un papa vivo y es Francisco.

Escenografía espectacular

La escenografía, por tanto, es un espectáculo como la de otros funerales, incluido el del carismático Juan Pablo II, aunque algo más modesto. Han participado alrededor de 400 obispos y unos 4.000 sacerdotes, todos vestidos con sus paramentos ceremoniales, así como millones de personas que han seguido el evento en todo el mundo a través de televisión y cientos de miles lo hacen en Roma y en la misma plaza de San Pedro, abarrotada por peregrinos de todas las nacionalidades.

Aunque oficialmente solo fueron invitadas Italia y Alemania, también han acudido personalidades de varios países, culturas y religiones. También incluso representantes de los grecocatólicos ucranianos y de los ortodoxos rusos. Todos ellos, sin embargo, van a título personal, pues no ha habido una invitación formal del Vaticano, como suele acontecer cuando mueren los papas reinantes.

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