Reflexiones en tiempos de Covid-19: La pandemia ha cerrado las escuelas, pero no la Educación.

El autor subraya la importancia de redefinir el sistema educativo, para dotarle de solidez y fortaleza, que permita resistir a futuras situaciones como la que se ha presentado por el Covid-19.

 

Domingo, 15 de marzo de 2020. El Gobierno de la República de Guinea Ecuatorial emitió una Orden en la que se desarrollaban las medidas cautelares para la prevención y control frente al brote de la pandemia del nuevo Coronavirus Covid-19 en el país. Entre las medidas, se anunció la suspensión de todas las actividades académicas en todos los niveles del sistema educativo nacional, tanto en los centros públicos como privados.

Al inicio del curso académico 2019/2020, era impensable prever que una crisis sanitaria de dimensiones insospechadas impactaría de esta forma en el sector educativo, produciéndose el cierre de los centros de educación en nuestro país. Cientos de aulas están, ahora mismo, vacías. ¿Por cuánto tiempo?, esta es la gran incógnita para padres y docentes.

Según datos de PRODEGE (Anuario Estadístico), se estima que, para los niveles de educación primaria y secundaria, tendríamos a más de 150.000 estudiantes que se han quedado sin poder acudir a sus respectivos centros educativos, produciéndose la interrupción de su proceso de aprendizaje, esto supone un gran desafío para todos los actores que deben ofrecer fórmulas para la continuidad de la educación de nuestros estudiantes.

Para dar respuesta a esta situación, el Ministerio de Educación manifestó recientemente que se realizarán jornadas educativas por radio y televisión, y que se distribuirá contenidos pedagógicos en todo el territorio nacional. Todos estos esfuerzos se enmarcan en las medidas de contingencia lanzadas por el Gobierno para dar continuidad a la educación de nuestros estudiantes, donde la implicación de los padres es fundamental para el éxito en su implementación.

Sin tener en cuenta factores que son de caracter estructural, como el confinamiento en sí, que deriva en una falta de motivación de estudiantes y docentes, la escasa experiencia y formación a los docentes para que estos realicen adecuadamente la educación a distancia, el escaso conocimiento para la preparación de contenidos propios de esta modalidad de enseñanza, y para su evaluación, son un hándicap para la implementación de estas soluciones.

A medida que transcurren los meses, la preocupación ha pasado de decidir cómo cerramos este curso escolar, a analizar cómo va a ser, después de todo lo que está ocurriendo, la educación en el futuro. ¿Está preparado nuestro sistema educativo para la siguiente pandemia, que implique el cierre de las aulas?.

Pese a los grandes esfuerzos y la buena voluntad del gobierno en las medidas implementadas, este parón educativo ha puesto de manifiesto que nuestro país debe trabajar más en crear las condiciones que impulsen otra metodología de formación, que se pueda compaginar con el sistema presencial actual y vaya en linea de permitir más contenidos y herramientas que faciliten la educación a distancia.

Para lograrlo habría que trabajar en tres aspectos. Una es crear las herramientas y programas propios de un sistema de educación a distancia. Aquí hay una gran oportunidad de innovar y generar nuevos contenidos para todos los niveles. Otra es garantizar el acceso y la conectividad de todos los estudiantes, incluso en las zonas más remotas del país y por último está la necesidad de formar a los docentes sobre esta modalidad de formación.

En ese escenario la tecnología juega un papel muy especial. El discurso de la digitalización, la necesidad de que la innovación tecnológica aterrice de forma definitiva en las escuelas, se debe imponer. Al mismo tiempo la situación derivada de la crisis sanitaria ha puesto de manifiesto, de un modo más claro que nunca, lo absolutamente necesaria que es la dimensión del capital humano en el proceso educativo.

La era del Covid-19 está llevando a transformaciones en el sector educativo de nuestro país, aún siendo estas obligatorias, hay que considerarlas como una oportunidad. Es necesario mirar la educación desde una perspectiva estratégica, y cuando digo estratégica me refiero a la oportunidad que nos da esta crisis del Covid-19, para repensar la educación en sus aspectos esenciales, como un factor de desarrollo e impulsor del crecimiento económico de los países.

En este contexto de pandemia global, aunque los centros educativos continúen cerrados, parece que la prioridad ya no es cómo salvar este curso académico, sino de redefinir el sistema educativo, para dotarle de solidez y fortaleza, que le permita resistir a futuras situaciones como la que se ha presentado por el Covid-19.

Salir de la versión móvil