Pamela Nze Eworo: «la capacidad de ponernos en el lugar del otro resolvería casi todos los conflictos y los sufrimientos de la humanidad»

Este mes de noviembre de 2020, conocemos a la periodista Pamela Nze Eworo, una mujer que respalda que, la igualdad de género real mejoraría nuestras sociedades y sería beneficiosa tanto para mujeres como para hombres.

Pamela Nze es licenciada en Ciencias de la Información, rama de Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. A lo largo de su vida ha trabajado en muchas cosas, tiene formación en Atención al Cliente y de Asistente de Congresos y Relaciones Públicas.

En la actualidad, es la responsable del Departamento de Relaciones Externas y Comunicación de la Fundación Constancia Mangue Nsue Okomo (F.C.M.N.O.), Directora de La Gaceta de Guinea Ecuatorial y forma parte del nuevo equipo de la ONG IDHMA (Igualdad y Derechos Humanos de la Mujer en África).

 

¿Cómo ha sido tu vida como mujer en la sociedad? ¿Tu condición de mujer ha marcado algún acontecimiento de tu vida positiva o negativamente?

Como mujer, puedes elegir vivir en la sociedad de dos maneras: o te haces la loca, optas por creer que no existe discriminación, asumes que el trato que te dan lo dicta la naturaleza, y que todo debe seguir como siempre, con las reglas del patriarcado o, por el contrario, miras a la realidad de frente, te pones las gafas de género y te das cuenta de que hay muchas cosas que reivindicar a favor de la igualdad. Y entonces te conviertes en la piedrecita en el zapato de mucha gente, incluso en tu propio entorno, que preferiría que callaras y dejaras las cosas como están.

Mi vida como mujer tiene mucho que ver con pasarme la vida recordando a la gente que no consiento que me dicten cómo ser mujer: soy mujer porque nací mujer y porque me siento mujer. No necesito que nadie me lea una lista de lo que tengo que hacer para ser una “buena mujer” porque, entre otras razones, esas listas suelen obviar los derechos de las mujeres como seres humanos, que es lo que somos, ni más ni menos. Y creo que es una gran aportación para las mujeres del presente y del futuro que nosotras nos limitemos, simplemente, a vivir y hacer las cosas que hacen los seres humanos para vivir, amar, desarrollarse, formarse, trabajar, pronunciarse… Por otra parte, caer en la cuenta de la discriminación por género también me ha hecho más sensible para detectar otros tipos de discriminación y de injusticias.

¿Cuáles han sido tus mayores retos?

Mis mayores batallas las sigo librando en la actualidad: una es ser madre, la mejor madre que pueda ser para mis dos hijos, Kenya y Mandela; me obsesiona dejarles, más allá de lo material, todo el amor y todas las herramientas que necesitan para desenvolverse en este mundo. Mi segundo reto también tiene que ver con el futuro que quiero para mis hijos y los hijos de los demás: una realidad en la que se considere a las mujeres como seres humanos iguales a los hombres, con los mismos derechos, obligaciones y oportunidades, de facto, no solamente en los papeles donde están redactadas las leyes, sino en el hogar, en la escuela, en las oficinas, las empresas, en la política, en la cultura y el espectáculo… Mi convicción es que la igualdad de género real mejorará nuestras sociedades y que es beneficiosa tanto para mujeres como para hombres.

¿El trato recibido de tu familia justifica el alcance que has tenido en sociedad?

¡Ja, ja, ja…! Bueno, en realidad, no sé cuál es exactamente el alcance que he tenido en la sociedad, eso lo tendrán que decir otros. Pero es curioso que me hagas esta pregunta porque hace poco les escribí, de repente, unos mensajes a mis padres para agradecerles el amor que me habían dado siempre y que me ha servido de herramienta valiosísima para enfrentarme al mundo. Creo que dentro de mi familia, en general, me han permitido siempre “ser”, sin estar de acuerdo conmigo, a veces, juzgándome lo menos posible (al menos, que yo sepa), pero siempre con la libertad de ser y expresarme como yo soy. Tanto en mi casa como en las distintas personas que cuidaron de mi mientras crecí fuera de Guinea Ecuatorial me quisieron, me aconsejaron y no me impusieron (tal vez sabían que las imposiciones no funcionan conmigo). Necesitas sentirte libre interiormente para que tu manera de manifestarte pueda inspirar a los demás (en mi caso, no sé si positiva o negativamente, si mucho o si poco ¡ja, ja, ja…!).

¿Cuáles han sido tus proyectos a lo largo de la vida? ¿Algún proyecto futuro?

Siento decepcionar a la gente de “la era del Proyecto”, pero no soy una persona de proyectos, sino más bien, alguien que se implica en cosas que le gustan y le apetecen en un momento determinado.  En ese sentido, ahora mismo tengo varias cosas que me ilusionan mucho: trabajo para ver consolidarse a la Fundación Constancia Mangue Nsue Okomo como una institución de referencia de Guinea Ecuatorial en la consecución del desarrollo de las personas y las comunidades, aportando la labor de mi departamento.  Me gustaría, a través de la Fundación, contribuir a que los ecuatoguineanos nos demos cuenta de que el bienestar de todos depende de cada uno de nosotros, de los millones de francos que pueda dar alguno, pero también de los 100 francos o las horas de su tiempo que pueda aportar otro. Quiero garantizar un futuro para la revista decana del país, La Gaceta, y conseguir que siga siendo por muchos años un medio de comunicación relevante sobre la realidad del país. Y, por supuesto, deseo, de todo corazón, seguir apoyando a mis compañeras de IDHMA para continuar avanzando, sobre las huellas que nos ha dejado la incansable “Mamá Ana”, hacia el camino de una igualdad real entre hombres y mujeres y, sobre todo, en la erradicación de todo tipo de violencia contra la mujer por el mero hecho de ser mujer.

¿Cuál es tu actitud ante un proyecto que no resulta como esperabas?

Al contrario de lo que se suele recomendar, a lo políticamente correcto, no sigo en algo solo porque hay que terminar todo lo que se empieza. La vida es demasiado corta para eso. Mis motivaciones para continuar o no dependen siempre de si me sigue apeteciendo y de si sigo creyendo en lo que hago. Habrás deducido ya que suelo ir por la vida bastante ligera de equipaje, existen muy pocas cosas que considere que merezca la pena arrastrar. Porque, además, un fracaso constante en lo mismo suele ir acompañado en mi de falta de interés. No tengo problemas en pasar a otra cosa porque mi mente está siempre a rebosar de ideas con las que ilusionarme enseguida. Por otra parte, estoy convencida de que en todo proceso de fracaso aprendes algo y esa lección no siempre es seguir intentando: creo que eso es un mito. El fracaso no es el único resultado de una aventura iniciada y no terminada como tú querías; sobre todo si te has implicado en ella con pasión, seguro que te ha inspirado otro objetivo, o ha inspirado a otros o te ha mostrado lo que no debes repetir en la siguiente empresa, etc. Las reacciones y aprendizajes ante lo que no se acaba deben ser tan diversas como diversas son las personas.

Algunas mujeres piensan que para alcanzar ciertos objetivos debes realizar algunos sacrificios, ¿qué opinas sobre eso?

Lamentablemente, es cierto. El patriarcado mundial nos ha convertido en heroínas a la fuerza. Para cualquier actividad, ya sea cotidiana como extraordinaria, se nos cargan a las mujeres con una serie de requisitos adicionales, como excusa para seguir normalizando roles impuestos ya hace siglos y que parece que a casi nadie le interesa revisar. Las trampas son vendernos que si nos sacrificamos somos “buenas mujeres” o “mujeres de verdad”; endulzarnos el oído con que “somos la base del hogar”, lo que, en otras palabras, quiere decir que debemos cargar con todo lo que conlleva gestionar el hogar, mientras que a los hombres se les permite pagar solo las facturas… Bueno, espera: ¡las mujeres también trabajamos para pagar facturas! Si triunfas en el mundo de la empresa te exigirán ser también esposa ejemplar, lo cual no te dejarán ser si no eres la madre perfecta (sea lo que sea que signifique eso); si eres inteligente no servirá de nada si no eres guapa y tienes un físico envidiable; si muestras carácter dirán que te crees un hombre y si eres cariñosa y comprensiva con tu pareja alguien insinuará que seguro que es para compensar que eres una pésima ama de casa, etc. Hagamos lo que hagamos, seamos como seamos, a las mujeres siempre nos falta algo. Agotador. En definitiva, sí, cualquier logro que quiere alcanzar una mujer no es que le suponga sacrificios, es que el sacrificio es su propia vida, un poco cada día, y no nos damos cuenta de que esos roles impuestos tienen para las mujeres unos costes físicos y, sobre todo, emocionales, altos.

¿Cómo compaginas el trabajo con tu vida familiar?

Supongo que como la mayoría de las mujeres: a veces, negociando, otras, cediendo y, otras muchas, rebelándome… En cualquiera de los casos, siempre con esa sensación de que te estás dejando trozos de ti misma por el camino. Afortunadamente, estoy aprendiendo a rellenar los huecos con otras cosas que estoy aprendiendo de mí misma, haciendo un bonito collage con mis imperfecciones, y el aburrimiento de buscar la perfección lo dejo para los que no tienen otra cosa que hacer. Creo que las personas somos maravillosamente imperfectas y eso nos permite, entre otras cosas, entender y perdonar los fallos de los demás.

¿Quién es tu mayor inspiración?

La lectura de Un largo camino hacia la libertad, la autobiografía de Mandela, supuso un gran impacto en mí. Mandela es alguien que, a partir de su causa, logró inspirar a millones de personas ajenas a esa causa y en aspectos diferentes a la misma. Pero también me gustan los héroes de a pie porque los conozco: sé de sus virtudes, pero también de sus flaquezas. Me inspiran, en el día a día, las personas que nacen ya con las peores cartas, las juegan brillantemente y salen adelante en la vida; me inspiran los que se comprometen con causas que, a priori, no les afectan de manera directa, solo por el bien de otros y de la humanidad; los que no pierden su propia esencia, digan lo que digan los demás; los que están dispuestos a abandonar la rigidez de sus principios por el bien común; los que, no se sabe cómo, transmiten alegría y esperanza en las situaciones más complicadas. Me inspira mucho el talento innato, pero también me inspiran las personas con ansias por aprender. Me inspira la calma en medio del caos. Me inspira la integridad de mi padre y la capacidad de mi madre de buscar su fuerza donde ya no queda. Me inspira mucho la juventud actual, gente de la edad de mi hija, que tienen una visión del mundo mucho más sabia, solidaria y justa que nosotros. Encontramos héroes del día a día en cada esquina.

¿Cuál es mayor valor que como mujer te gustaría transmitir a otras mujeres? El mayor valor, y que creo que sirve para cualquier ser humano, mujer, hombre, niña o niño, es la empatía. Para mí, la capacidad de ponernos en el lugar del otro resolvería casi todos los conflictos y los sufrimientos de la humanidad. Y, por supuesto, para poder entender a los demás una debe comenzar teniendo empatía y amándose a sí misma.

Muchas gracias Pamela por concedernos la entrevista

Muchísimas gracias AhoraEG.

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