¿Por qué el estrés te hace engordar?

Cuando nuestro cuerpo entra en modo 'huida o lucha' libera glucosa al torrente sanguíneo.

A un nivel muy básico, la mayoría de casos de sobrepeso y obesidad clínicos responden a un principio elemental: el organismo está recibiendo más calorías de las que gasta, y almacena el excedente en sus tejidos. Por tanto, en todos estos casos, la pregunta más pertinente es qué es lo que nos lleva a comer por encima de nuestro gasto energético.

El estrés y el azúcar en sangre

Para esto existen muchas respuestas diferentes, a veces simultáneas, que conjugan factores biológicos y psicológicos. Lo que sí que sabemos es que, en muchos casos, juega un papel muy importante el estrés. De hecho, existe un corpus de evidencia creciente que indica que las personas que marcan más alto en los indicadores de estrés crónico tienen un riesgo significativamente mayor que el resto de la población de padecer sobrepeso u obesidad.

El doctor en medicina Michael Mosley explica en el medio público británico BBC que el estrés crónico interrumpe el sueño y desequilibra los niveles de azúcar en la sangre, lo que explica que el acto de comer se convierta en muchas personas en un mecanismo de escape emocional para todo ese mismo estrés. El círculo que se cierra entonces es fácil de vislumbrar: comer en exceso lleva a una mayor interrupción del sueño, a valores aún más elevados de azúcar en sangre y, consecuentemente, a mayores niveles de estrés.
Con el tiempo, apunta, esto puede conducir no sólo a niveles insalubres de grasa corporal sino también a padecer patologías serias como la diabetes de tipo II.

Respuesta de huida o lucha

La razón por la que el estrés tiene este efecto sobre los niveles de azúcar, dice Mosley, tiene que ver con lo que se conoce como ‘respuesta de huida o lucha’: en esencia, una liberación de glucosa al torrente sanguíneo que proporciona energía inmediata a los músculos.

Se trata de un mecanismo muy útil, en origen y suponiendo que el estrés realmente responda a una situación en la que es necesario un uso rápido y enérgico de la musculatura. Pero, cuando no es así (lo que suele ser el caso del estrés crónico en el mundo contemporáneo), lo que sucede es que obliga al páncreas a bombear insulina para reducir nuevamente los niveles de azúcar en sangre.
Este influjo de insulina, junto con la brusca disminución de los niveles de insulina lleva a su vez a sentir hambre y un impulso de consumir carbohidratos y azúcar.

Actuar sobre el estrés y el sueño

Más allá de arrojar conocimiento puro sobre los mecanismos endocrinológicos del estrés en nuestro organismo y sobre cómo nuestros estilos de vida actuales contribuyen al incremento en las tasas de obesidad, entender estos fenómenos tiene implicaciones clínicas.

Por supuesto, la mayoría de las veces (dependiendo de la casuística del paciente), las intervenciones frente a la obesidad se cimentan en la modificación de la dieta y de la actividad física diaria.
No obstante, cada vez queda más claro la importancia de tener en cuenta también aspectos como el estrés crónico o los patrones de sueño, y cómo actuar sobre ellos puede contribuir a un mejor control del peso en el paciente.

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