«No son los títulos, ni la posición lo que nos hace grandes, sino la vida de entrega y servicio a los demás»: Dora Alicante León

Nuestra Modelo de Mujer de febrero pilota una ONG que aspira a apoyar a la mujer ecuatoguineana, principalmente annobonesa y ayudarla a lograr su independencia económica, reducir la desigualdad de oportunidades e incrementar su participación en el ámbito económico y social.

Auxiliadora Alicante León, es licenciada en Comercio Internacional y en Economía por la Oklahoma State University (OSU), tiene un Máster en Desarrollo Global y Erradicación de la Pobreza por la Georgetown University de Washington DC, con especialización en Liderazgo y Desarrollo de la mujer e Innovación Social (Social Innovation)

Nuestra Modelo de mujer se congratula por haber sido aceptada para estudiar en la universidad de Georgetown donde estudiaron grandes personalidades como el Rey Felipe VI de España, el expresidente Bill Clinton o el actor Bradley Cooper, que parecía un sueño para ella. Georgetown es una de las universidades más prestigiosas del mundo, su programa de Desarrollo Global fue lo que le llamó la atención a Dora Alicante, aunque siempre dudó siquiera que fueran a responderla, pero para su sorpresa, además de aceptarla, el gran milagro fue que la concedieran una generosa beca.

Actualmente  trabaja como consultora independiente en asuntos de:

Regenta junto con su hermana un restaurante llamado «terraza D’Ambo».

Es codirectora de una mini-empresa de Organización de Eventos llamada Chic Events, Coach de Negocios (Emprendedores). Colabora como freelance con el departamento de Perforación de Trident Energy y así mismo con Community Insights Group (CIG), una consultora multinacional de gestión del impacto social trabajando para la empresa Chevron, lo que hasta hace poco se conocía como Noble Energy.

Cuéntanos un poco como ha transcurrido tu vida como mujer, desde la infancia hasta el momento.

Nací en Annobón de una familia modesta, de padre carpintero y madre enfermera diplomada. Aunque mis padres no habían podido cursar estudios universitarios, crecí en una casa donde desde pequeños se nos inculcó el valor de la educación. Mi padre que era un hombre extremadamente estricto, serio y metódico. Se enfocó en crear para mí y mis hermanas y hermanos las oportunidades necesarias para que nos formáramos.

En Malabo donde crecí, tuve la suerte de formarme en centros religiosos como el Ewaiso Ipola y Santa Teresita de aquel entonces, donde recibí una educación de calidad no solo a nivel académico pero más importante aún una educación integral centrada en valores. Recuerdo que pasé toda la secundaria en el internado de Santa Teresita, y aun en las vacaciones de verano cuando todas las chicas podían irse a su casa a pasarla bien, mi padre insistía que me quedara en los internados, y de hecho alguna vez en verano me fui al internado de Basakato del Oeste con la hermana Arsenia. Entonces yo no podía entender a mi padre, pero hoy reconozco la gran labor que ha hecho y el gran impacto que tuvo sus decisiones en la persona que soy hoy.

En Santa Teresita, me gradué de la secundaria junto a un grupo de compañeros donde primaba la competitividad sana. Como grupo nos ayudábamos a crecer, a mejorar y a brillar. Competíamos entre nosotros para obtener las mejores notas, y creábamos grupos de estudios para animar a los que más difícil lo tenían, en un entorno así, era difícil no estudiar, no aprobar. Encima en casa, mi padre decía que los 5 eran suspensos y la nota de los perezosos, así que me tocaba trabajar duro.

Desde casa y luego en los internados he sido inspirada por mujeres trabajadoras, de principios que me enseñaron que las cosas buenas se consiguen a base de trabajo, dedicación y servicio. Mientras crecía me inspiraron mujeres que servían a su comunidad como educadoras, enfermeras o comerciantes. En casa, siendo nieta de quien soy, (a mi abuela materna en Annobón se la conocía como una de las mujeres más fuertes y trabajadoras de la isla) no cabía la pereza, mis padres me ensenaron que las cosas buenas no llegaban por casualidad, había que despertarse temprano y salir a luchar por lo que se quería. Así que cuando estaba en casa y no en algún internado mi rutina era, despertarme, hacer las tareas de casa, ir a clase, estudiar y estudiar, irme a misa a las 6 todas las tardes, cenar, estudiar y dormir. No sabía que era ver la tele o nada de eso, excepto cuando mi padre no estaba y nos escondíamos para ver algún programa, tele que apagamos tan pronto escuchábamos el ruido del coche viejo de mi padre. Mi sabio padre, creía que el tiempo de ver la tele era tiempo perdido, que en vez de eso era preferible leer y abrir nuestras mentes a cosas mucho más grandes. Las hermanas de Santa Teresita como Sor Juana, Sor Ana, y Sor Ramona entre otras tantas, me ensenaron a entender que el camino de la grandeza humana se hace dándose a los demás. Aprendí con ellas que no son los títulos, ni la posición la que nos hace grandes, sino más bien, la vida de entrega y servicio a los demás. Así es como desde muy chica empecé a colaborar en varias actividades juveniles de servicio y activismo juvenil.

¿Cuáles han sido tus mayores retos u obstáculos en la vida?

Me tocó trabajar en un sector o una industria de hombres en un país hasta cierto punto machista, en donde cuando una mujer avanzaba en su carrera solo podía ser porque se acostaba con el jefe o porque su amante le había colocado. Mis propios compañeros de trabajo en momentos determinados me acusaban de contar con los favores de hombres claves de la empresa que me ayudaban a crecer profesionalmente. Eso no porque tuvieran ninguna prueba de que así fuera, sino simplemente costaba entender que una mujer se moviera en los mismos niveles que los hombres.

Eso es una situación que no llevo bien, porque sé cuanto me ha costado y cuanto he tenido que sacrificar para tener una carrera mínimamente aceptable. No siento que nadie me haya regalado nada, y molesta que la gente crea que al ser mujer solo puedes lograr cosas si de trampolín tienes a un hombre poderoso. Un hombre recibe una promoción en su trabajo y es mérito suyo, pero cuando le toca a una mujer entonces es por merito ajeno.

Pero por suerte, esos comentarios, reacciones y actitudes machistas más que suponer una dificultad u obstáculo me motivaron para seguir buscando mi crecimiento profesional y personal. Todo lo que en su momento podría haber considerado como una dificultad u obstáculo, la verdad hoy por hoy ni me acuerdo porque las fui convirtiendo en combustible para mí; porque ningún obstáculo era mayor que mi determinación.

Por otro lado, cómo conciliar mi vida familiar con la profesional siempre fue un reto. Profesionalmente tenía muchas metas y ambiciones que tuve que posponer. Por ejemplo, recuerdo que empecé un máster a distancia que tenía que compaginar con el trabajo y las tareas domésticas justo cuando me quede embarazada de mi niña. Al final era tal la carga, que me vi dejando los estudios para centrarme en el trabajo y en la bebita recién nacida. Más adelante, tuve que dejar el trabajo por dos años para salir y completar por fin el máster.

Háblanos de tu ONG, ¿cómo nace la iniciativa y cuál es su finalidad?

La Asociación de Mujeres OJAL surge en 2020 como una iniciativa de mujeres que, desde su experiencia y vocación, buscan contribuir con su trabajo al fortalecimiento de la igualdad de oportunidades. OJAL es pues, una organización No-Gubernamental y sin ánimo de lucro que aspira a apoyar a la mujer guineana y principalmente annobonesa y ayudarla a lograr su independencia económica, reducir la desigualdad de oportunidades y hacer incrementar su participación en el ámbito económico y social y en la toma de decisiones importantes dentro de las comunidades en las que residen.

Somos un grupo de mujeres que precisamente, porque hemos experimentado la discriminación de oportunidades que afecta a las mujeres en este país, trabajamos codo con codo para crear esas oportunidades para las chicas más jóvenes.

¿Qué dificultades has tenido como mujer a nivel laboral, cuáles han sido tus frenos o problemas en tu vida profesional por ser mujer. ¿Nos puedes poner algún ejemplo?

El sector petrolífero (Oil&Gas) es un sector altamente masculinizado, en el cuál la mayoría de la directiva es hombre. Esto sumado a la gran brecha salarial, hacía que mi ascenso en mi trabajo no fuera fácil.

A pesar de contar con la formación y la experiencia requerida, mi condición de mujer y además mucho más joven que la mayoría de mis compañeros suponía que a la hora de ser considerada para los asensos me pidieran siempre esperar.

La prueba más difícil vino cuando me hicieron supervisora del departamento de proyectos Sociales y Desarrollo comunitario. En ese momento me tocó liderar y supervisar un grupo de hombres todos mayores que yo, no solo debía ser su jefa sino que me veían como mujer y niña (por edad).  Así las cosas, les costaba tener que aceptarme como su supervisora. Mi estrategia fue crear procedimientos y procesos que debíamos seguir todos y reportar al director del departamento. De ese modo estaban cumpliendo con su trabajo sin sentir que yo les estaba dando órdenes directas.

También es cierto que no todos los hombres son machistas, ya que en momentos determinados de mi carrera, conté con el apoyo de algún que otro jefe que supo ver mi potencial, apreciar mi trabajo y entender que mi condición de mujer no era un hándicap sino un plus que añadía valor a nuestro trabajo. Más importante aun, siempre conté con el apoyo incondicional de mi padre, que siendo un hombre muy de su época sí que entendía el valor de la educación tanto para hombres como para mujeres e insistió en que me enfocara en mis estudios. Por eso mismo creo que el entorno en el que nos movemos es importante, ya hablé de mis compañeros de Santa Teresita, hombres y mujeres formamos un grupo insuperable que nos apoyábamos mutuamente y ayudábamos alcanzar la excelencia. Por eso creo que es importante moverse y desempeñarse junto a la gente correcta, en un ambiente propicio, donde existen y se generan  oportunidades para todos, hombres y mujeres no por su sexo sino por su capacidad y por sus habilidades. Dichos populares como “Dime con quién andas y te diré quien eres” “Muéstrame tus amigos y te mostraré tu futuro” nos hablan de lo importante que es el rodearse de gente positiva, exitosa, que saquen lo mejor de nosotros, que nos inspiren, que crean en nosotros y nuestras ambiciones y nos ayuden crecer.

El llamado techo de cristal, es también un problema real para las mujeres en el sector petrolífero, y yo lo viví cuando después de 11 años en la empresa Hess Equatorial Guinea me di cuenta que ya no podía crecer más, ya no había para dónde crecer. Llegó un momento en que mi trabajo se había vuelto rutinario, y aunque cada año recibía un incremento salarial, en realidad me sentía estancada porque ya no aprendía nada ni mucho menos me sentía ya motivada. Por muy buena que yo fuera en aquel puesto o por muy ambiciosos que fueran mis sueños, en aquel departamento ya no podía crecer, porque el director seguiría siendo el mismo y yo seguiría siendo la misma supervisora de siempre con un salario bueno sí, pero con un trabajo aburrido que ya no presentaba ningún reto para mí.

¿Qué crees que provoca la violencia de género y cómo piensas que se podría solucionar?

Es un cumulo de cosas, pero las tres principales razones son: la falta de educación en valores, los hombres acomplejados y mujeres dependientes ya sea emocional o económicamente de sus parejas.

Dos valores súper importantes que para mí brillan por su ausencia en nuestra sociedad son el del respeto y la empatía. Si nos respetáramos todos como iguales y supiéramos ponernos en el lugar de los demás no golpearíamos, no insultaríamos, no oprimiríamos a nuestros iguales, ni les haríamos aquello que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros.

Luego pasa también que hay muchos hombres acomplejados y asustados por el poder que ven en las mujeres, y para sentirse poderos o superiores, golpean como un mecanismo de apagar esa luz que ven en las mujeres

Por último, existen mujeres que ignoran la fuerza que llevan por dentro y padecen de una falta de autoestima total, y ya sea por educación, costumbre o por comodidad se conforman con depender en su totalidad de los hombres, sumiéndose siempre a la voluntad de esos.

En cualquiera de los casos la solución según lo veo yo, siempre es la educación/formación. La vía para empoderar a las personas es educándolas. Educación + Información = Poder.

¿Quién es tu inspiración?

Yo más que el quién, preferiría responder al qué me inspira.

A mí me inspira ver la fuerza, el poderío, el talante, la inteligencia de esas mujeres sencillas que con poca a nada de educación han sabido sacar a sus hijos/familias adelante, dejando huellas, marcando tendencias y tallando ellas mismas la diferencia que querían en sus comunidades. Esas mujeres sabias de barrio/de pueblo que sin grandes apellidos, sin grandes títulos ni posición nos muestran el verdadero significado de una mujer empoderada.

Pero si tuviera que dar nombres pues el primero sería el de mi abuela Dña. Petra Jaime Ávila, una mujer que sin saber leer ni escribir sacó adelante a sus hijos sola cuando murió su esposo. Mi abuela era una mujer que salía a pescar sola en su cayuco, remaba a sus hijos de una localidad de Annobón a otra cuando ningún hombre quería hacerlo; trepaba sola los árboles que quería derivar, chapeaba sus fincas.  Cuando faltó su marido, ella más que hundirse, saco fuerzas para sacar a sus 5 hijos adelante destacando en todas esas actividades que en su tiempo eran típicamente “de hombres”. Nelson Mandela por su puesto es mi héroe de todos los tiempos, y en la actualidad la historia de Oprah Winfrey y la Michelle Obama son mi principal fuente de inspiración por cómo se superaron, como abrazaron la educación como única autovía hacia el éxito y sobre todo por cómo están utilizando su experiencia, su posición y su éxito para inspirar a tantas y tantas personas. Un ejemplo claro es la Academia de Liderazgo para Chicas que Oprah Winfrey tiene en Johannesburgo SA, desde donde pretende educar en 10 años a 5.000 niñas de familias de bajos recursos. Estas son las acciones que creo que cambian el mundo.

¿Cuál es el mayor valor que te gustaría transmitir con otras mujeres sobre todo a las jóvenes?

El valor de la perseverancia y el afán de superación que para mí se definen como esa hambre que nos impulsa a querer y a buscar más; más retos, más títulos, más o mejores trabajos, mejor estatus, mejor calidad de vida, más valor… más de lo que sea que nos haga sentirnos realizadas. Lo peor que les puede pasar a las jóvenes es caer en la autocomplacencia, en el conformismo, en la autocompasión. Con perseverancia y afán de superación no es que el camino vaya a ser más fácil, es simplemente que no importa los trancazos que se lleven, lo seguirán intentando hasta descubrirse un día en donde siempre soñaron estar. Les pido que sueñen y sueñen en grande, cuanto más grande y alto mejor y nunca, nunca pierdan el hambre y la sed de éxito y excelencia.

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