Libertad económica, el futuro del empleo juvenil en África

En los jóvenes radica nuestro dividendo demográfico y la fuerza motora de un desarrollo sustentable, sostenible e inclusivo para el continente

Las economías de África Subsahariana han adoptado en los últimos dos años un número récord de reformas empresariales que han mejorado significativamente nuestro entorno empresarial, según el último informe Doing Business Report del Banco Mundial, que monitorea la facilidad de hacer negocios para empresas del mundo. Solo en 2017, se implementaron un récord de 83 reformas en 36 de las 48 economías de la región, la mayor cantidad de cambios jamás registrados por la institución. Como resultado, el promedio de días para iniciar un negocio en la zona se redujo de 61 días en 2003 a 22,5 días en 2017.

Aunque nuestra región continúa siendo una de las menos favorables para el establecimiento de nuevos negocios, debemos estar orgullosos de la contribución de todos –ciudadanos, trabajadores, empresas y Gobiernos– para alcanzar estas enormes conquistas. Pero también tenemos que convencernos de que esta es la senda correcta y redoblar nuestros esfuerzos para continuar mejorando el ambiente de negocios y el tejido empresarial de nuestros países.

En este proceso, serán los jóvenes africanos quienes más se beneficiarán de los progresos que alcancemos, ya que son ellos quienes cuentan con el mayor potencial para aprovechar las oportunidades que se están abriendo. En los jóvenes radica nuestro dividendo demográfico y la fuerza motora de un desarrollo sustentable, sostenible e inclusivo para toda África.

Para florecer y prosperar, el potencial de crecimiento de la región requiere de nutrientes y condiciones favorables; condiciones que sólo pueden existir si los jóvenes africanos cuentan con más y mejores oportunidades reales y concretas de participar activamente de la vida económica en un sentido amplio. Y para ello, creo, necesitamos acelerar la profundización y ampliación de nuestras libertades económicas, especialmente la de los jóvenes.

Porque la realidad a la que se enfrentan diariamente está llena de desafíos. La probabilidad de que las personas jóvenes económicamente activas se encuentren en situación de desempleo sigue siendo considerablemente más alta que para el resto de la población de acuerdo con el Global Employment Trends for Youth 2017 Report de la Organización Internacional del Trabajo. Si bien nuestro continente ha crecido económicamente durante la última década, esto no ha dado lugar a una disponibilidad sostenida de oportunidades y condiciones dignas de empleo y trabajo para los jóvenes africanos. En el caso de mi país, Mozambique, la cifra de desempleo juvenil ascendía en 2017 a 42%, de acuerdo a las cifras del Banco Mundial.

Es así necesario abordar los problemas de la juventud desde la óptica del desempleo y el imperativo de combatirlo. Pero este enfoque no es suficiente. Defiendo que se creen más y mejor oportunidades de trabajo de calidad, empleos en los cuales las personas puedan poner en práctica sus conocimientos, perseguir sus proyectos y contribuir al desarrollo económico y social de nuestros países.

Y, al mismo tiempo, dudo que economías como las nuestras cuenten con las herramientas para invertir en la creación de empleos con el alcance necesario: nuestra población crece a un ritmo tan elevado que empequeñece la capacidad de respuesta de cualquier país para generar, en las condiciones actuales, el volumen de trabajos que nuestra juventud precisa.

Nuestras economías han de ser más libres: más libres en el sentido de permitir y facilitar el desarrollo de los negocios y, fundamentalmente, del emprendimiento. Porque, cuando haya incentivos y condiciones apropiadas para que la iniciativa privada florezca, surgirán las oportunidades que nuestros jóvenes tanto necesitan.

El futuro radica en que nuestros jóvenes cuenten con las condiciones apropiadas para cultivar sus capacidades y su espíritu emprendedor y para ponerlos en práctica. Por eso debemos motivarlos a desarrollar, creer y apostar por su talento. Por eso debemos crear los mecanismos para que nuestros jóvenes puedan formarse y cualificarse.

La promoción de este espíritu emprendedor es de vital importancia para el futuro de las economías africanas, y de nuestros jóvenes. Y el sector privado, junto con los gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil, puede y debe cumplir un papel fundamental en esta tarea: las empresas privadas pueden proporcionar experiencia de gestión y capital inicial a los emprendimientos de los jóvenes; también tienen la capacidad de invertir en empresas de pequeña escala que luego pueden convertirse en sus socios como proveedores o clientes; pueden patrocinar competencias de planes de negocios y establecer asociaciones con universidades. Finalmente, el sector privado tiene una capacidad que pocas instituciones poseen para difundir buenas prácticas y conocimientos más allá de las fronteras.

El Fondo Fiduciario de Donantes Múltiples para el Emprendimiento e Innovación Juvenil del Banco Africano de Desarrollo, los Active Growth & Youth Programs (AGYP) promovidos por la French Business Federation (MEDEF), el MOZEFO Young Leaders o los innumerables programas promovidos por tantos gobiernos africanos son algunos ejemplos de cómo los diferentes actores públicos y privados pueden contribuir en esta tarea tan desafiante.

El mundo está cambiando aceleradamente y los jóvenes de hoy son la generación más preparada de la historia para hacer frente a este ritmo de transformaciones. En África contamos con el dividendo demográfico necesario para capitalizar el cambio, pero para ello debemos garantizarles a nuestros jóvenes las condiciones y oportunidades que necesitan. Mientras más libres sean de perseguir sus sueños, proyectos y emprendimientos, más justo, solidario y sostenible será nuestro futuro.

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