Kivu, el lago más peligroso del mundo que puede hacer rica a Ruanda

Uno de los lagos más impresionantes de África es también uno de los más peligrosos del mundo: un accidente geológico podría derivar en una catástrofe de dimensiones épicas

El lago Kivu tiene el honor de ser uno de los más grandes de África. Ubicado en la frontera entre Ruanda y la República Democrática del Congo, se hizo tristemente célebre en la década de los noventa del siglo pasado al convertirse en una de las zonas en las que se arrojaron la mayoría de las víctimas del genocidio de Ruanda. Sin embargo, varias décadas después, su importancia para la propia nación ha crecido exponencialmente gracias a una serie de recientes descubrimientos: podría ser considerado como el lago más peligroso del mundo y, al mismo tiempo, la salvación económica del país.

En la actualidad, es un lago que ocupa unos 2.700 kilómetros cuadrados de extensión, teniendo una profundidad de casi 500 metros y del que incluso emerge una isla, llamada Idjwi, que lo convierte en una zona llena de belleza. Pero, entonces, ¿por qué es considerado como el lago más peligroso del mundo? Pues, ni más ni menos, porque en su interior han hallado más de 60 millones de metros cúbicos de metano y 300 millones de metros cúbicos de dióxido de carbono, atrapados entre los diferentes estratos del lecho del lago. Sin duda, una importante fuente de energía que podría ser liberada…, pero que podría causar una catástrofe de dimensiones épicas.

El principal problema derivado de estos gases está relacionado con la posibilidad de que se pueda producir un accidente geológico y, con ello, tenga lugar un cataclismo entre la población. Se trata de un fenómeno letal conocido como lago explosivo, que no es más que la posibilidad de que la liberación de estos gases den lugar a una reacción en cadena de resultados violentos, en lo que se conoce como erupciones límnicas, que terminan por tener consecuencias fatales. Si este hecho se produjese en el lago Kivu, los niveles de mortalidad de la zona superarían los miles de fallecidos.

A día de hoy, solo se conocen dos erupciones límnicas en toda la historia, y ambas tuvieron lugar en dos lagos de Camerún, Nyos y Monoun, durante la década de los años chenta. La más importante fue la que sucedió en el lago Nyos en 1986: una serie de movimientos terrestres ocasionó la liberación, desde el fondo del lago, de una importante bolsa de dióxido de carbono que, en su salida a la superficie, terminó por explotar y dio lugar a una nube de 100 metros de altura y de 25 kilómetros de distancia, que provocó que se asfixiaran más de 1.700 personas al inhalar estos gases tóxicos. Podemos entender cómo sería la catástrofe en el lago Kivu solo con saber que contiene hasta 1.000 veces más cantidad de gas que el lago Nyos.

Muchos expertos han convenido desde hace décadas en la importancia de retirar tanto el metano como el dióxido de carbono del fondo del lago para evitar una posible catástrofe. Los análisis geológicos llevados a cabo por los expertos determinan que en el lago se han producido extinciones biológicas masivas de manera periódica, aproximadamente cada 1.000 años. Se desconoce por qué se ha producido este fenómeno, aunque todo apunta a que es debido a la actividad volcánica que se produce bajo su lecho. Y, ahí, es donde Ruanda ha entendido que puede tener una oportunidad: ya que habría que retirar estos depósitos de gas, ¿por qué no convertirlo en energía aprovechable para el país?

Por esa razón, Ruanda ha llegado a un acuerdo con varias compañías norteamericanas para que se establezcan en la zona varias empresas energéticas encargadas de extraer estos gases del fondo. Consideran que conseguir sacar toda esta energía acumulada bajo tierra no solo evitaría un peligro, sino que podría conseguir hasta 960 MW de capacidad de generación eléctrica, lo que supondría mejorar hasta seis veces más la capacidad actual de Ruanda. Y no solo ayudaría a mejorar el poder energético del país, sino que incluso podría dar lugar a una mayor estabilidad política con la República Democrática del Congo, al compartir recursos en una zona afectada por continuos problemas políticos.

Sin embargo, algunos expertos consideran que la extracción de estos gases del fondo marino no es una buena decisión. Lo que en un principio puede ser una solución económica a los problemas de Ruanda, a la larga puede derivar en un daño irreparable: algunos expertos indican que este proceso de extracción de energía también conlleva la necesidad de descargar agua para acceder a estas bolsas de gas. El problema es que cuando este agua se remueve no se devuelve a su capa original, donde las capas superficiales del lago evitan que los nutrientes de las capas más profundas salgan a la superficie. Al remover todo el lecho, se liberan estos nutrientes y se termina por empobrecer el ecosistema del agua y, a la larga, se puede convertir en una zona muerta, sin ninguna forma de vida.

A día de hoy, el Kivu tiene el dudoso honor de ser el lago más peligroso del mundo. Sus importantes depósitos de metano y dióxido de carbono en su fondo tarde o temprano van a salir a la superficie, tal y como lo han confirmado los diferentes estudios geológicos de la zona, que determinan que la liberación de estos gases es cíclica: si no se encuentra una solución a este problema, en algún momento una nube invisible tóxica comenzará a salir del lago y podría tener consecuencias similares a lo ocurrido en el lago Nyos. Eso sí, la solución no es sencilla: mientras tanto, el lago Kivu puede ser considerado como el más peligroso del planeta.

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