Decía Marcel Proust que «cuando un hombre está durmiendo tiene en torno, como un aro, el hilo de las horas, el orden de los años y de los mundos. Al despertarse, los consulta instintivamente, y en un segundo, lee el lugar de la tierra en que se halla, el tiempo que ha transcurrido hasta su despertar». Una gran explicación de esa función que todos los seres que poblamos la tierra necesitamos llevar a cabo para subsistir: el descanso.
Son muchas las preguntas que pueden surgirnos cuando dormimos. Por ejemplo, ¿por qué tenemos la sensación de que nos caemos cuando nos estamos quedando dormidos? A todos nos ha pasado alguna vez, y lo cierto es que tiene un nombre (sacudida hípnica) y se produce cuando los músculos se contraen rápidamente de forma involuntaria, y parece que viene de antiguo, cuando nuestros antepasados tenían que vigilar su entorno.
Paralizados
Pero, en realidad, pocas veces nos caemos. Podrán sucedernos muchas cosas, desde los ronquidos a la parálisis del sueño (que surge de un sueño interrumpido en fase REM, un periodo transitorio para el movimiento voluntario en el inicio del sueño o al despertar y nos hace tener la horrible sensación de que hay una presencia en el cuarto), pero, por mucho que nos movamos, no solemos despertar porque nos hemos salido de la cama, de manera literal.
Pasamos un tercio de nuestra vida entre sueños, por lo que nos conviene bastante no caernos al suelo y despertarnos de golpe mientras lo hacemos. En el sueño hay dos fases diferenciadas: la primera, denominada de ‘ondas cortas’, que lleva al cuerpo a una progresiva relajación y cuando disminuyen el ritmo cardíaco y la respiración, en otras palabras, cuando pasamos de la vigilia a dormirnos. En estos momentos sí que podemos sufrir episodios de caídas de la cama, especialmente si algunos factores como el alcohol, el tabaco o el café entran en juego.
La segunda fase es la conocida como REM (Rapid Eye Movement), en la que el tronco inhibe los estímulos del movimiento y la actividad muscular es prácticamente nula. Si no fuese así y tuviéramos capacidad para movernos, podríamos recrear lo que nos sucede a lo largo del día, y eso nos pondría en peligro. No obstante, aunque no nos movamos, el cerebro sigue trabajando en muchas otras facetas y funciones. Si tienes hijos pequeños y quieres evitar riesgos de caídas lo mejor es que coloques su colchón cerca del suelo o protejas la cama con cojines.
No obstante y como ya hemos indicado, algunos medicamentos (como los antidepresivos o los hipnóticos), así como el alcohol o las drogas pueden afectar a la inhibición que produce el sueño y favorecer disfunciones tales como hablar en sueños, levantarse o también caerse de la cama. Y si te estás preguntando por qué los niños se tiran continuamente y hay que ponerles barreras protectoras, es fácil: los adultos tenemos más desarrollado el sistema propioceptivo de la musculatura humana, que es el que pone en sobre aviso al cerebro si nota que hay posibilidades de golpearse.