A pesar de que el SARS-Cov-2, el virus responsable de la pandemia que tiene en jaque al mundo desde diciembre, es un nuevo patógeno, desde que comenzaron los primeros casos se ha especulado con la posibilidad de que pudieran existir personas inmunes al virus sin haber pasado la enfermedad o que pudieran estar mejor preparados para combatirla.
La gran disparidad en la severidad de la COVID-19 entre pacientes reforzó la idea de que algunas personas estaban mejor equipadas que otras para enfrentarse al nuevo virus y los investigadores han buscado la respuesta en el propio sistema inmune e incluso en la genética.
Con la crisis económica llamando a las puertas y la decisión sobre la reapertura de los colegios a la vuelta de la esquina, conocer cómo de protegida puede estar la población es más urgente que nunca.
Por ahora, la respuesta parece que radica en las células T, que se han convertido también en el foco de las investigaciones sobre si pasar la enfermedad genera inmunidad a largo plazo y vuelven a despertar esperanza después de los primeros estudios que identificaron que los anticuerpos desaparecían a los pocos meses.
En cualquier caso, conocer si hay inmunidad previa al virus es fundamental para desarrollar una cura, según explica este artículo de Nature.
La presencia de células T capaces de reconocer el nuevo virus podría inducir respuesta inmunológica más rápida o mejor, explica. Por eso, es importante conocer su papel para potenciar las vacunas que se apoyan en estas células y para evitar confusiones en los ensayos que estén probando la vacuna en sujetos con inmunidad previa sin saberlo.
«Obviamente, esto podría evitarse considerando la inmunidad preexistente como una variable a tener en cuenta en el diseño del ensayo. Por lo tanto, recomendamos que se mida la inmunidad preexistente en todos los ensayos clínicos de la fase I de la vacuna COVID-19. Cabe señalar que esos experimentos también ofrecerían una interesante oportunidad para determinar la posible importancia biológica de las células T reactivas preexistentes del SARS-CoV-2», desarrolla el artículo.
Esto es todo lo que se sabe sobre la posibilidad de tener inmunidad contra el nuevo coronavirus sin haber pasado la enfermedad.
No es lo mismo tener inmunidad contra la infección que estar protegido contra enfermedad
Un estudio reciente vino a confirmar su teoría. La investigación, dirigida por La Charité – Universitätsmedizin de Berlín y el Instituto Max Planck de Genética Molecular, muestra que algunos individuos sanos poseen células inmunes capaces de reconocer el nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2.
En concreto, encontraron que una de cada tres personas sin exposición previa al SARS-CoV-2 tiene células T capaces de reconocer el virus. Lo más probable es que el SARS-CoV-2 comparta ciertas similitudes estructurales con los coronavirus que son responsables del resfriado común, concluyen los autores.
Es lo que se conoce como inmunidad cruzada y otra reciente investigación del Centro de Enfermedades Infecciosas e Investigación de Vacunas de La Jolla ha obtenido resultados similares in vitro (en el laboratorio) al revelar que personas que no han tenido ningún tipo de exposición al coronavirus tienen células inmunitarias capaces de reconocerlo y combatirlo.
Sin embargo, se desconoce el efecto protector que tiene esta memoria inmunitaria. No es lo mismo que constituyan una protección directa contra la infección, impidiendo que la persona sea contagiada, a que simplemente protejan contra una enfermedad más severa. Por ahora los expertos parecen inclinarse por la segunda opción que, aunque no dejan de ser buenas noticias, implica que seguimos lejos de alcanzar la inmunidad de rebaño.
«En general, es posible que las células T tengan un efecto protector, por ejemplo ayudando al sistema inmunológico a acelerar su producción de anticuerpos contra el nuevo virus», explica el autor principal del primer estudio, el Dr. Leif Erik Sander, del Departamento Médico de Charité.
«La infección por otros virus anteriores te puede ayudar a combatir la enfermedad. No creo que protejan contra infección, pero quizá tienes un cuadro más leve», aventuraba ya en mayo Ana Fernández-Sesma, viróloga que dirige un laboratorio en la Escuela de Medicina Icahn en el Hospital Monte Sinaí, en una entrevista con Business Insider España.
«Es posible que las personas con un alto nivel de células T CD4+ de memoria preexistentes que reconozcan el SARS-CoV-2 puedan montar una respuesta inmunológica más rápida y fuerte al exponerse al virus y, por lo tanto, limitar la gravedad de la enfermedad», explica también este artículo de Nature.
En los niños no se descarta la inmunidad innata
Con las primeras explosiones de casos ya se pudo observar que la edad era un factor determinante en la severidad de la enfermedad. Sin embargo, los expertos han advertido repetidamente que los jóvenes e incluso los menores de edad se contagian con la misma frecuencia de los adultos y pueden llegar a desarrollar cuadros serios.
En cualquier caso, los niños más pequeños sí que parecen constituir un grupo al que el nuevo coronavirus afecta menos. «La pandemia COVID-19 ha mostrado una proporción marcadamente baja de casos entre los niños. Las disparidades de edad en los casos observados podrían explicarse por el hecho de que los niños tienen menor susceptibilidad a la infección, menor propensión a mostrar síntomas clínicos o ambas cosas», recoge esta investigación publicada en Nature.
Todavía no se sabe exactamente cómo afecta la COVID-19 a los niños, pero los expertos están empezando a sacar conclusiones y no se descarta que estén protegidos contra infección. «Los hallazgos actuales apuntan a la probabilidad de que los niños pequeños tengan un menor riesgo de infectarse y tal vez incluso un riesgo aún menor de transmitirlo», explica la doctora Silvia Chiang, especializada en enfermedades infecciosas pediátricas, a The New York Times. «Creo que es una situación en evolución, pero no me sorprendería si esas son las conclusiones que acabamos obteniendo».
Estudios de todo el mundo van confirmando esa teoría, aunque con algunas limitaciones. En Islandia, un equipo de investigadores analizó al 6% de la población del país para detectar el coronavirus. De los más de 848 niños que respondieron a una invitación para participar en una parte del estudio, el equipo no encontró infecciones por coronavirus en niños menores de 10 años, incluso con los colegios y guarderías abiertos en ese momento. Los niños son menos vulnerables al virus o nunca estuvieron expuestos a él, concluyen los autores.
En esta misma línea, un estudio del 80% de la población del pueblo italiano de Vó encontró que ningún niño de 10 años o menos contrajo el virus allí, aunque al menos 13 de ellos convivían con miembros de la familia infectados.
Otros dos estudios en China aseguran que los niños tienen menos posibilidades de contagiarse que los adultos si hay una persona contagiada viviendo en la misma casa.
Además, según un análisis del University College de Londres y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de la misma ciudad, los niños tenían un 56% menos de probabilidades de contraer el virus tras la exposición a una persona infectada que los adultos.
Una de las teorías que se barajan es que los niños tienen receptores ACE2 (una diana del coronavirus) menos maduros, lo que podría hacer más difícil que el virus infecte sus células.
La última opción por explorar: que la inmunidad cruzada sea perjudicial
«Se suele suponer que la memoria de células T preexistente contra el SARS-CoV-2 podría ser beneficiosa o irrelevante. Sin embargo, también existe la posibilidad de que la inmunidad preexistente sea en realidad perjudicial», advierte Nature.
Es algo de lo que también avisa el Dr. Leif Erik Sander: «También es posible que la inmunidad reactiva cruzada pueda conducir a una respuesta inmunológica mal dirigida y a efectos potencialmente negativos en el curso clínico de COVID-19. Sabemos que esto puede ocurrir con la fiebre del dengue, por ejemplo».
Son casos en los que la presencia de estas células empeora la enfermedad, en vez de ayudar a dirigir una respuesta inmune más eficaz y, aunque los expertos aseguran que todo parece apuntar a que en el caso de COVID-19 es beneficiosa, piden que no se descarte esta posibilidad.
«Si bien no hay pruebas directas que apoyen estos resultados, deben considerarse», concluye el artículo de Nature, que pide más investigación en esta línea.