Todos sabemos que uno de los bienes más preciados de la mujer es su salud, en especial, su salud mental pero esta en diversas ocasiones se ve erosionada por causa del entorno poco favorable que le toca vivir.
Siempre he pensado que para que toda responsabilidad otorgada a este ser maravilloso sea correctamente ejecutada, esta ha de tener los cinco sentidos bien puestos y en pleno funcionamiento.
En nuestra sociedad, a menudo nos encontramos con mujeres con un nivel de frustración descomunal debido a que cargan con casi el 90% de las responsabilidades y las tareas, sin ayudas alternativas que puedan proporcionar un descanso necesario para evitar la fatiga mental que, en ocasiones, acaba desencadenando trastornos más difíciles de tratar.
Numerosos estudios han certificado que la esperanza de vida de la mujer es superior a la del hombre, pero la salud de esta se ve más expuesta a causa de las presiones a las que se ve sometida.
Y si nos paramos a pensar en la carga emocional y física que le ha supuesto a miles de millones de mujeres a lo largo de todos los tiempos, y en nuestras sociedades cargar con la familia y la familia política en general, nos damos cuenta de que somos unas «reinas» en potencia pero se nos ha otorgado el mínimo reconocimiento por no decir ninguno, aún así seguimos manteniendo el listón un poco más alto que los hombres, en lo que a la esperanza de vida se refiere.
Si retrocedemos en el tiempo, nos damos cuenta de que en casi todas las sociedades a las mujeres se las ha educado con mano dura y sin rigor para que sean seres perfectos que destaquen siempre, pero hoy en día nos damos cuenta de que ese mecanismo de presión para que las mujeres se conviertan en seres inmaculados y perfectos en todo su esplendor, es un completo error pues lo único que conseguimos con esta teoría es acentuar, de manera temprana, la frustración precoz, visualizando desde el presente el porvenir de sobrecargas emocionales.
Decirle a una niña de ocho años de edad que recoja sus cosas porque es una mujer y debe ser limpia, cambia totalmente el sentido a decirle que recoja sus cosas porque las personas han de ser ordenadas y vivir en completa limpieza, sin restarle valor al hecho de que cuando manifestamos dichos actos frente a sus hermanos varones, otorgamos a estos un desapego frente a las responsabilidades. Hoy por hoy nos encontramos con jóvenes, menores de 25 años, desilusionadas por no sentirse realizadas ya sea por acceder al matrimonio u otro logro en particular mientras que algunos hombres de 30 años siguen viviendo sus grandes momentos disfrutando de la vida sin tapujo alguno.
Se dice que la juventud de hoy es la esperanza y el futuro del mañana, pero si queremos lograr este sueño debemos trabajar sobre terreno desde ahora, para lograr concienciar a nuestros jóvenes de que son la fuerza que prosiga el desarrollo, en particular las mujeres que son las actrices principales y que en ellas recae el peso de casi toda responsabilidad, que podría ser a grandes rasgos equitativo con los hombres, con esto no me refiero a las tareas del hogar sino a los retos que se nos presentan en lo cotidiano.
Debemos buscar mecanismos para que las mujeres se sientan menos frustradas y desalentadas en todos los ámbitos, trabajar al unísono cambiando la mirada apreciativa sobre nuestros semejantes para conseguir una armonización en el entorno favorable para todas, de tal forma que podamos contribuir de manera positiva en la vida de los demás.
Hay mujeres en nuestra sociedad que llevan décadas ostentando responsabilidades públicas de relevancia gracias a su lucha incesante por hacerse escuchar. A ellas, en especial, quiero dedicar este artículo para que lleven la voz cantante si de verdad queremos un planeta mucho mejor para todos, dando testimonio con su ejemplo, para que toda aquella mujer que desee hacer realidad sus sueños pueda lograrlo con un poco de esfuerzo y perseverancia, sin olvidar la llave del éxito que es la fe en uno mismo.
Debemos terminar con todas las formas de maltrato físico y moral para que la mujer pueda ejercer, con plena libertad y derecho, sus responsabilidades. Con bastante frecuencia, vemos que muchas mujeres son incapaces de ver cumplidos sus sueños y sus anhelos debido a que se sienten presionadas e intimidadas por la posición de sus cónyuges. Actitud que acaba generando en ellas dudas e inseguridades que desencadenan en sí mismas muchas cuestiones que, finalmente, por tomar la vía más fácil que es la zona de confort, acaban desembocando en frustraciones y desalientos. Lo que nosotras debemos saber es que dichas amenazas e intimidaciones siempre han existido y siempre existirían pero es nuestro deber luchar para que esas «coces» no sigan causando cicatrices en nuestras vidas. La confianza en una misma es de vital importancia como punto de partida hacia el camino del éxito, ignorando todo estigma de duda, pues si no salimos a enfrentarnos a la verdad jamás seremos dueñas de nuestros sueños.
Cuidar de nuestros pensamientos es tan importante como cuidar de nuestra alimentación y, si moralmente, la mujer de hoy no se encuentra en condiciones, es casi imposible llevar las riendas de un hogar con total fervor. Si lográramos vernos cada día, a nosotras mismas, como potentes diamantes en bruto, capaces de alcanzar cualquier desafió que la vida nos ponga delante con diligencia y sabiduría, estoy casi segura que las mujeres del continente africano serían sin duda más de una reconocidas con el mérito que merecen por excelencia.
Es justo reconocer que la segunda clave del éxito es tenderse la mano de igual a igual para logra el bien común y caminar al unísono con un mismo pensar, animarse e impulsarse las unas a las otras sin discriminación alguna por el motivo que fuese. Crear nuevos y buenos hábitos de conducta que nos ayuden a crecer en todas las áreas necesarias para lograr romper con los patrones opresores y enemigos del progreso.
No olvidemos que estamos tratando sobre la salud mental de la mujer africana y buscamos mecanismos que puedan finiquitar este estado de depresión que tanto nos asocia.