El incendio de Notre-Dame ha acabado en horas no solo con parte de la catedral sino con el mayor problema que acarreaba: la obtención de fondos para su restauración. En menos de 24 horas, instituciones de todo el mundo y sobre todo grandes magnates franceses se han comprometido a donar más de 630 millones de euros. Y el miércoles por la mañana, el ministro de Cultura francés, Franck Riester, ha dicho que ya cuentan con 800 millones. Esta cantidad ya supera las estimaciones preliminares de lo que costaría reconstruir los daños provocados por las llamas, que oscilarían entre los 450 y los 600 millones.
El monumento gótico francés sufría «un preocupante estado de conservación», según destaca en su web la asociación Friends of Notre-Dame de Paris, organización creada por el arzobispo de París, André Vingt-Trois, en 2017 destinada a recaudar fondos para sufragar los gastos de reparación que necesitaba después de años de erosión medioambiental.
Antes de que se produjera la tragedia, la asociación aseguraba que necesitaba en total 150 millones de euros, de las que se supone que ya contaba con 60 millones. En ese momento, un portavoz de la catedral aseguraba que había profundas grietas en la célebre aguja, que protagonizó este lunes la imagen de la devastación, así como en las dos torres, que finalmente han sobrevivido. Pero los daños se extienden a los arbotantes, las icónicas gárgolas, vidrieras, esculturas o contrafuertes.
Pero el responsable de captación de fondos de la asociación, Michel Picaud, aseguraba este martes en BFMTV que el incendio elevaría el precio de esa factura «en tres o cuatro veces». Es decir, que el montante total para la restauración —teniendo en cuenta el deterioro anterior y el provocado por el incendio— se elevaría hasta los 600 millones de euros, una cifra inferior a lo ya recaudado en donaciones. La reparación del Castillo de Windsor, que ardió en 1992, ascendió a 48 millones de dólares.
El fuerte impacto en todo el mundo —tras ver en directo cómo el fuego ha estado a punto de devorar uno de los iconos de la civilización europea— ha generado una ola de solidaridad y filantropía. El edificio de culto católico, visitado por 14 millones de personas cada año, cuenta ya con 100 millones de euros de la familia Pinault, que ha abierto la veda. A esta la ha seguido el dueño de la marca de lujo LVMH, otra de las grandes fortunas galas. La petrolera Total, cuyo máximo accionista es el Estado, pondrá otros 100 millones. La familia Bettencourt Meyers (L’Oreal) quiere participar con otros 100 millones de euros desde su fundación para «el renacimiento» de Notre-Dame. Los hermanos Bouyges, dueños de la multinacional de telecomunicaciones, servicios y construcción, aportarán 10 millones de su fortuna personal. La empresa de publicidad Decaux contribuirá con otros 20 millones.
La filantropía privada ha sido respaldada desde las instituciones públicas. El Ayuntamiento de París se ha comprometido a poner 50 millones de euros. Y la región a la que pertenece la capital, Île de France, aportará otros 10 millones. La ayuda ha traspasado las fronteras galas. A modo simbólico, el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, ha propuesto que todos los eurodiputados donen el sueldo de un día, lo que ascendería a 225.300 euros. Más significativa es la aportación del Banco Central Europeo (BCE), que ha señalado este martes que contribuirá financieramente con la restauración de la capital.
Este aluvión de apoyo financiero soluciona de un plumazo la reivindicación que lleva haciendo Friends of Notre-Dame de Paris desde hace años. Además, lo logra con un coste mínimo para las arcas públicas francesas. La cuestión generaba hasta ahora cierta controversia. El Estado galo, uno de los más fuertes y dotados de Europa, se ha puesto siempre de perfil a la hora de aportar dinero público para la catedral. Argumenta que Francia es un Estado laico y Notre-Dame, pese a ser de su propiedad y tratarse de uno de los monumentos turísticos más visitados del mundo, es un edificio de culto católico, con lo que el desembolso de fondos públicos se puede entender como una injerencia del Estado en la libertad de culto que contravenga la igualdad marcada a fuego en su Constitución.
Por otro lado, Notre-Dame se visita de forma gratuita, algo que no sucede en muchos de los grandes reclamos turísticos del mundo. Solo se paga por las visitas a las partes altas del edificio. Los fondos no son suficientes para las reformas estructurales que necesitaba el monumento gótico.
Para su suerte, el incendio no ha dañado las partes clave. Se ha salvado casi toda la estructura de piedra de 900 años de antigüedad, donde están las dos simbólicas torres y el rosetón central. También algunas de las joyas más significativas que estaban en el interior, como la corona de espinas de Cristo, la túnica de San Luis o el órgano. Tras el incendio, las obras de reparación se extenderán durante años, pero la catedral ya cuenta con más fondos de los necesarios para llevarlas a cabo.