Enfrentarte cada día a un jefe que no escucha, a su incapacidad para aportar valor a la compañía y a su equipo, al mal reparto de los incentivos económicos o al tiempo que dedicamos a formar talento joven para que luego lo dejen ir por adolecer de un proyecto. Estas son situaciones que producen un desgaste y una apatía insufribles”, confiesa un mando intermedio de una gran compañía que pide anonimato y reconoce: “Estoy muy quemado”. Lo que también asevera Cristina García, técnico en prevención de riesgos laborales: “Trabajo con demasiada presión. En mis evaluaciones es difícil contentar a todos: empresa, trabajadores y sindicatos, con el agravante de que un riesgo no valorado puede acarrear responsabilidad penal”.
Estar quemado no es algo nuevo para cientos de trabajadores, un 10% del total según los expertos, pero sí su reconocimiento para quienes lo sufren. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha admitido estos días que el “síndrome del trabajador quemado” entra por derecho propio en la Clasificación Internacional de Enfermedades. Un paso de gigante que la reconoce como enfermedad profesional, por lo que las organizaciones deberán de implementar planes de prevención a partir del 1 de enero de 2022.
Aunque no hay cifras de afectados ni bajas laborales dado que hasta ahora no se consideraba enfermedad, lo cierto es que el síndrome del trabajador quemado es una bomba de relojería. Se diferencia del estrés, causante del 30% de las bajas laborales, porque éste “puede llegar a ser beneficioso y te pone las pilas”, explica el doctor especialista en medicina del trabajo Francisco Peñalver, jefe del departamento de seguridad, salud y bienestar de HM Hospitales.
Pero cuando el estrés es continuo y se prolonga en el tiempo, añade, se convierte en patología y aparece el burn-out o síndrome del desgaste profesional, que puede tener fatales consecuencias. Así, Peñalver apunta a la prevención y a la formación como las mejores aliadas para ese 49% de trabajadores que en una reciente encuesta de la red social LinkedIn confesaban sentirse “muy estresados” en España.
Sentir tristeza y acudir al trabajo sin ilusión puede ser un comienzo. Pero para reconocer si se está a las puertas de la quema, el especialista apunta unos síntomas: “Levantarse cansado a pesar de haber dormido o experimentar sentimientos negativos hacia compañeros, clientes o tareas, que se traducen en un bajo rendimiento y escasa concentración para cumplir objetivos. Esos son los claros referentes de esta enfermedad cuyo origen se liga al desempeño laboral”.
Caldo de cultivo
El síndrome encuentra su mejor caldo de cultivo entre los mandos intermedios y muy especialmente en los sectores financiero, sanitario (afecta al 37% de los médicos, según un estudio de Medscape), redes comerciales, atención al público y a quien tenga una exposición emocional a otras personas. Y, ¿quién es el causante? Empresas y trabajadores se arrojan la patata caliente. Pero Ignacio Cristóbal, profesor de la Universidad de Navarra, lo tiene claro: “Es una responsabilidad compartida”.
La solución para combatir la enfermedad pasa, según el docente, por que “las compañías elijan bien a los directivos para dirigir e involucrar a su equipo en nuevos proyectos”. Y que el empleado potencie su autogestión para “organizar bien su tarea, decir al jefe lo que no le gusta, aprender a priorizar y tener una vida personal equilibrada”. Pero, una vez contraído el síntoma, es prioritario “reconocer el problema”, indica Peñalver, y ser disciplinados para adoptar medidas sencillas aunque constantes, como entrenar la relajación, meditar o hacer ejercicio frecuente.
Desde los sindicatos se insiste en la prevención. “Para evitar que el trabajador acabe quemándose, la empresa debe definir muy bien sus responsabilidades para que sepa lo que se espera de él. Tener una comunicación fluida y que sienta reconocida su labor. Hay que darle formación tecnológica y herramientas para cumplir objetivos en plazos razonables”, aconseja Ana García de la Torre, secretaria de salud laboral y medio ambiente de UGT.
En los objetivos es precisamente donde reside para, José Luis Romero, representante sindical de CC OO en Banco Santander, el origen de este síndrome porque a veces “son inalcanzables” y “motivan que el empleado del sector financiero cometa, debido a la presión de los resultados, ciertas irregularidades que pueden acabar en despido”. Romero destaca “buenos salarios y beneficios sociales” en este sector, que es uno de los “más vapuleados por un estrés cronificado” debido a la enorme pérdida de empleo, la imagen y la opinión pública (desahucios, preferentes…), y porque a largo plazo “genera organizaciones tóxicas por parte de los mandos intermedios, que defienden su parcela de objetivos con una brutal presión al último eslabón de la cadena”.
Una vez identificados los síntomas y el personal afectado por esta enfermedad psicosocial, las organizaciones se enfrentan al reto de activar toda una maquinaria que no es fácil ni rápida y acarrea consecuencias. Algo que nunca se había hecho porque “existe una negación absoluta por parte de las empresas de que los problemas psicológicos sean consecuencia del trabajo”, sentencia Pedro J. Linares, responsable de salud laboral de CC OO. Algo que la experta en riesgos laborales, Cristina García, justifica porque “el riesgo psicosocial es algo consustancial al trabajo, no se ve y resulta difícil evaluar”.
Así, desde CC OO se pide una mayor colaboración a las empresas para medir realmente los puestos de trabajo y que permitan aplicar los métodos validados científicamente por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo: “Es necesario que las compañías acepten sus conclusiones y no pongan trabas si hay que modificar protocolos y hábitos de trabajo, porque esta lucha es únicamente en beneficio de la salud del trabajador”.