Un virus ha conseguido lo que ninguna guerra había podido: que el barril de petróleo cotizase en negativo. La cuestión ahora es si la pandemia del Covid-19 quedará como un episodio más en la larga historia de crisis del sector o será el puntillazo que las petroleras necesitaban para acelerar la transformación de su modelo de negocio.
“Un escenario de precios débiles, que es el más probable, significa que las compañías petroleras tendrán que buscar varias vías. Una de ellas es reducir agresivamente los costes y reforzar la disciplina financiera. En última instancia, la recuperación puede provenir de nuevas áreas comerciales”, afirma desde París Catharina Hillenbrand-Saponar, experta en energía de Euler Hermes, compañía de seguros de crédito, filial de Allianz.
Entre esas nuevas áreas comerciales a las que se refiere la economista se encuentran, sin duda, las energías renovables y la electrificación del transporte (baterías y puntos de recarga), dos campos en los que empresas como Repsol ya llevan un tiempo investigando y explorando oportunidades.
La crisis económica provocada por el coronavirus y la pátina verde que Bruselas quiere darle a los programas de recuperación han aumentado la presión a la que las petroleras están sometidas para reducir sus emisiones y darle un giro a su negocio.
Pero el cambio tomará tiempo (mucho), no será fácil y exigirá tomar decisiones peliagudas. “El problema que enfrentan las compañías del sector es que los flujos de efectivo reducidos de sus negocios tradicionales hacen que sea más difícil invertir en negocios nuevos y a la vez mantener el dividendo”, sostiene Hillenbrand-Saponar.
“Los directivos tendrán que elegir”, añade. Sin embargo, matiza que los accionistas pueden ver un potencial de crecimiento a largo plazo en las petroleras más dispuestas a cambiar su modelo de negocio, “particularmente si las perspectivas del precio siguen siendo débiles”. Una debilidad que durante el confinamiento superó el umbral de lo insólito.
El mundo al revés
Lo nunca visto ocurrió el pasado 20 de abril, cuando por primera vez en la historia los compradores estuvieron en condiciones de cobrar a los productores por llevarse el exceso de crudo de sus tanques. Las restricciones a la movilidad impuestas por los Gobiernos para controlar el brote evaporaron la demanda y pusieron el mundo al revés.
La industria extraía 20 millones de barriles diarios más de los que el mercado necesitaba y en Cushing (Oklahoma), el depósito de reservas más grande de Estados Unidos, se estaban quedando sin espacio para almacenarlos. Cerrar un pozo es más caro que hacerle sitio a los inventarios.
Esa jornada, el barril de Texas, el de referencia para el mercado americano, cerró en -37,63 dólares. Al día siguiente, el Brent, que se extrae del mar del Norte y se consume en Europa, marcó el mínimo en lo que va de año, 19,33 dólares (17 euros), tras sufrir una caída del 24% frente a los 25,57 dólares (22 euros) de la jornada anterior, según BloombergNEF.
El descalabro que ya se veía venir desde marzo obligó a Rusia a ceder en su posición inicial y acordar con la OPEP, el cartel de países petroleros liderado por Arabia Saudí, un drástico recorte de casi 10 millones de barriles diarios a partir de mayo. Al pacto se sumaron Estados Unidos, Canadá, Brasil y México.
El arreglo y el control de la epidemia en China, Italia y otros países ha permitido que el precio remonte hasta el entorno de los 44 dólares (38 euros) a que cotiza ahora el Brent. Sin embargo, desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el brote pandemia global, el crudo europeo acumula una caída del 56%.
“La demanda aumentará en agosto por las necesidades de refrigeración, pero también hay una cantidad importante de exceso de inventario en el sistema. Esto es preocupante, dado que varios indicadores apuntan a una desaceleración de la demanda en otros lugares, por lo que podría haber cierta disminución de precios”, comenta Hillenbrand-Saponar.
Sin embargo, la economista de Euler Hermes opina que el acuerdo ha proporcionado a la OPEP y sus aliados un marco para actuar de manera flexible y reactiva si la caída se agudiza o prolonga demasiado.
Depreciación de activos
BP, Shell, Repsol y Cepsa han revisado a la baja el valor de sus activos. Repsol, por ejemplo, depreció sus inventarios en 2.673 millones y retrasó para noviembre la presentación del plan estratégico con el que pretende alcanzar las cero emisiones en 2050; no obstante, ha mantenido el dividendo y entrado en el mercado chileno de energías renovables.
BP ha asumido un ajuste de hasta 15.576 millones en el segundo trimestre del año y aceptado que la pandemia acelerará la transición energética. El grupo británico trabaja para reducir las emisiones de refinerías como la de Castellón, donde lleva invertidos más de 100 millones en los últimos 10 años, por medio de la captura de CO2 y la producción de combustibles ecológicos.