Uno de los grandes riesgos durante las crisis es una recuperación asimétrica, lo que puede agravar los riesgos de una segunda recaída. Por ejemplo, numerosos organismos han alertado en los últimos meses de que una rápida salida de la crisis en los países con un mayor peso de la industria puede dejar atrás a los más turísticos, aumentando sus primas de riesgo en un momento en el que dependen totalmente de la financiación para poder seguir emitiendo deuda. Y algo similar podría suceder con la subida de los precios del petróleo en las últimas semanas, que podría agravar todavía más la recesión que amenaza a Europa.
Los precios del petróleo se han disparado en los últimos dos meses, pasando de los menos de 40 dólares en noviembre por barril hasta rozar los 60 dólares actualmente. Esto es, un incremento de más del 50% en apenas tres meses. ¿Por qué? Principalmente, porque los grandes exportadores de petróleo han decidido congelar el suministro de crudo (especialmente, Arabia Saudí, que lo ha reducido), al considerar que las restricciones sanitarias en Europa ahogarían la demanda y que, por lo tanto, de no hacerlo se produciría un exceso de oferta que hundiría los precios. Sin embargo, este recorte, unido a que la demanda sí se está recuperando fuera de Europa, está disparando los precios y lastrando, todavía más, la economía en el Viejo Continente.
El precio del barril de Brent, de referencia en Europa, ya ha recuperado los niveles de precios de febrero del año pasado, cuando el coronavirus todavía era algo testimonial fuera de China y se pensaba que su impacto en el PIB global quedaría acotado a unas décimas. Sin embargo, la coyuntura económica está muy lejos de ser la misma, especialmente en Europa. La eurozona sufrió un retroceso de la actividad del 0,7% entre octubre y diciembre que podría agravarse en el primer trimestre del año, debido a la necesidad de prolongar las restricciones sanitarias. De hecho, organismos como el Fondo Monetario Internacional temen que la recuperación no coja fuerza hasta la segunda mitad del año, y solo si la vacunación permite una cierta reapertura de la actividad económica.
Sin embargo, la subida del precio del petróleo en este contexto supone un lastre añadido que puede retrasar todavía más la recuperación, al restar fuerza a la demanda. Si bien uno de los grandes ases en la manga de cara a la recuperación es el ahorro generado durante el confinamiento el año pasado y las restricciones sanitarias, que suponen una fuerte demanda embalsada que se podría liberar cuando las condiciones financieras lo permitan, parte de este dinero puede perderse por la destrucción de empleo y otra parte, por la subida de los precios de los carburantes, lo que sería tanto como quitar la rampa de despegue en la salida de la crisis.
Las importaciones de productos petrolíferos por parte de los países de la eurozona rondan los 8 millones de barriles al día, por lo que un incremento de 20 dólares por barril supone un sobrecoste de cerca de 50.000 millones de euros al año respecto a la situación vista en noviembre. Esto, en primer lugar, supondrá un encarecimiento de los precios en el surtidor que mermará la capacidad de compra para otro tipo de productos. Por ejemplo, encareciendo el traslado de pasajeros, un sector muy perjudicado por el coronavirus, o las mercancías, a través de unos mayores costes de transporte.
Subidas de costes
De hecho, el Banco Central Europeo (BCE) alerta en su último Boletín Económico, publicado ayer por el Banco de España, de que los costes de los insumos del sector industrial se han disparado entre septiembre y diciembre y ya alcanzan cifras similares a las de principios de 2020, mientras que los precios de venta todavía están muy cerca de los mínimos, lo que constriñe los márgenes de beneficios y atenaza las posibilidades de inversión de cara al futuro. Y en el sector servicios sucede algo similar, aunque en mucha menor medida, dado el menor peso de los costes energéticos.