Acceder a la educación superior supone una razón justa para ampliar las oportunidades de alcanzar el éxito. Sin embargo, también significa tomar el camino de los grandes desafíos que presenta la vida con el paso del tiempo. El ingreso a la universidad o estudios equivalentes, muchas veces se considera como la antesala de lo que en la pirámide de necesidades de Maslow se entiende por autorrealización, y siempre se vincula con las altas expectativas: mejores trabajos, mayores ingresos y gran crecimiento social, que a menudo llegan de forma inconsistente. Si bien el apoyo familiar es necesario para afrontar esta fase de la vida, lo que no es muy aconsejable es interferir o imponer a los hijos a optar por una disciplina o carrera que no sea del interés del propio estudiante, porque supone una limitación importante en su rendimiento y las probabilidades de abandonarla son considerables.
Muchos padres, (papá, mamá, inclusive los tutores) consideran que los hijos deben tomar sus recomendaciones a la hora de orientar sus estudios, y el impacto negativo de esta voluntad lo analizamos con la Socióloga y Jefa del Departamento de Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial (UNGE), Araceli Akeng Nsue Nfumu quien obviamente, advierte que “cuando los padres proyectan en sus hijos unas expectativas de lo que les gustaría que sea el hijo, sin contar con los deseos, aspiraciones y todo lo que refleja sus habilidades; eso va a impactar negativamente en su rendimiento académico”. Afirma.
«Quiero que seas abogada, porque es una profesión respetable a nivel social.» «Hijo, si superas la selectividad quiero que optes por la carrera de medicina, porque genera mucho dinero [podrás abrir tu propia clínica] y así ayudarás a la familia». «Yo no he hecho gran cosa en la vida, solo me he esforzado para que tengáis buena educación y seáis grandes personas el día de mañana, por eso quiero que, como el primogénito estudies ingeniería de petróleo». «Hijo mío estudia ciencias políticas, mañana podrás ser Ministro y cuidarás de nosotros», …
… son algunas de las frases condicionantes que escogen muchos padres, para obligar a sus hijos a optar por ciertas carreras universitarias.
Al respecto, la socióloga explica que “los padres deben tener prudencia a la hora de decidir por la carrera que deben hacer los hijos. Como tutores no deberíamos mirar qué va a ganar nuestro hijo si opta por tal carrera; lo más importante aquí es que la persona ame su trabajo y pueda ser útil en lo que ha elegido como profesión. Cuando los niños tienen claro lo que quieren hacer, los padres no deberían intervenir”, añade Araceli Akeng Nsue.
Decidir por la carrera que debe hacer tu hijo o hija –por las facilidades que presenta-, puede condicionar su crecimiento académico y afectar considerablemente su futuro. Los efectos de la presión familiar en el rendimiento académico de los estudiantes pueden notarse de diversas maneras. Por un lado, pueden generar altos niveles de carga académica, estrés, ansiedad y, por otro la falta de motivación en los alumnos. Estas presiones pueden impactar negativamente en la capacidad de concentración de los chicos en sus estudios.
“Desde el punto de vista sociológico, vemos que cuando la carrera ha sido elegida por los padres el niño refleja una motivación extrínseca en su proceso de formación: malos resultados en los exámenes, no presta atención, es decir, no está haciendo la carrera por vocación. Estas deficiencias también se notarán en su ejercicio laboral y este es uno de los aspectos que conllevan a la incompetencia de muchas personas en sus puestos de trabajo”
concluye la experta.
El papel de los padres en la educación de sus hijos debería centrarse en la orientación y el apoyo, ocupando un lugar secundario en las decisiones puramente académicas. La responsabilidad de la familia es identificar lo que resulte mejor para sus hijos; los padres tienen la obligación y el deber de acompañar a sus hijos en su largo camino de la formación académica, y esta obligación reflejada en la ambición familiar, debe ajustarse a las habilidades reales e innatas que poseen los hijos para augurar el éxito o la satisfacción de todos.
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