La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA) ha remitido al Consejo de Seguridad, el máximo órgano ejecutivo de la ONU, un plan de acción urgente sobre Yemen para impedir lo que describen sin paliativos como «la peor hambruna vista en décadas» en el mundo entero, en un país devastado por la guerra y la enfermedad, escenario de lo que múltiples ONG describen habitualmente como la peor crisis humanitaria del mundo.
El subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios, Mark Lowcock, ha repetido las trágicas estimaciones publicadas la semana pasada por su departamento: 400.000 niños menores de cinco años están gravemente desnutridos y se enfrentan «a sus últimas semanas y meses». «Se están muriendo hambre», ha zanjado el responsable humanitario, antes de recordar que 16 millones de personas pasan hambre en todo el país, de las cuales cinco solo están «a un paso de la hambruna».
El conflicto armado entre el Gobierno yemení y los insurgentes huthis, alimentado por el respaldo respectivo que les otorgan Arabia Saudí e Irán, los grandes enemigos regionales, han convertido al país en el campo de batalla de una «guerra por terceros» que ha atrapado en medio a una población que ya se encontraba asolada por el hambre antes de la guerra.
Sin embargo, y dada la continuación de las hostilidades, como el avance de los huthis en la región de Marib –detonante de «uno de los peores bombardeos vistos durante la guerra, por difícil que resulte de creer», apunta Lowcock– la OCHA ha considerado imprescindible la presentación de un plan de acción integral para eliminar de raíz las catastróficas consecuencia del conflicto.
CIVILES, ECONOMÍA, FONDOS, AYUDA Y PAZ
En este sentido, Lowcock ha pedido iniciativas para proteger a los civiles en un país donde más de un millón de personas se han visto obligadas a escapar de la guerra. Muchas de ellas, ha añadido, han tenido que huir del conflicto en múltiples ocasiones.
Este desplazamiento constante es un problema para el segundo punto de la iniciativa, la llegada inmediata de ayuda, cuya entrega presenta dos problemas fundamentales e intrínsecamente relacionados con la división política en el país.
En el sur, dominio del Gobierno yemení y sus aliados separatistas, la OCHA lamenta «retrasos en la firma de acuerdos humanitarios y entrega de equipo». En el norte, territorio huthi, «Ansar Alá retrasa, por norma, los procedimientos habituales de entrega de ayuda, intenta interferir en los envíos y acosa con regularidad a las agencias de ayuda y a sus cooperantes».
Lowcock ha expresado serias dudas de que los protocolos de entrega de ayuda humanitaria puedan sostenerse sin la ayuda del Consejo de Seguridad. Ansar Alá, ha explicado, está proponiendo demandas que Naciones Unidas no puede cumplir, y operaciones conjuntas entre la OCHA y los huthis –como la alarmante situación del carguero Safer, un petrolero varado en las costas de Yemen, cuyo derrame podría causar una catástrofe ecológica del calibre del Exxon Valdez en 1989– siguen sin resolverse.
Asimismo, Lowcock ha recomendado al Consejo de Seguridad que impulse los programas de entrega de fondos para ayuda humanitaria a pesar de los graves impedimentos que presenta la pandemia de coronavirus. Por norma, la OCHA estima que Yemen necesita 4.000 millones de dólares anuales para impedir la situación de hambruna generalizada. En 2020, solo recibió 1.900 millones.
En este sentido, se antoja crucial la próxima fecha del 1 de marzo, día en que el secretario general de la ONU, António Guterres, celebrará una reunión virtual para la recogida de contribuciones «de alto nivel» para Yemen. «Una oportunidad para que los países muestren su compromiso con el pueblo yemení», ha añadido.
Al mismo tiempo, Lowcock ha pedido medidas económicas para evitar el desplome completo de la moneda nacional en un momento en que el dólar cotiza a 890 riales yemeníes en el sur del país; un 75 por ciento de depreciación respecto del principio de la guerra a finales de 2014, con el consiguiente aumento del precio de las importaciones, absolutamente esenciales en Yemen.
Por ello, la OCHA solicita el desarrollo urgente «de un programa viable de inyección de divisas, con las salvaguardas y mecanismos de supervisión necesarios que permitirán, además, el pago de los salarios atrasados de los trabajadores públicos esenciales del país». Además, ha pedido ayuda para que las partes en conflicto en Yemen resuelvan sus enfrentamientos sobre el reparto de los beneficios del crudo, que han impedido el atraque de 13 barcos de combustible que llevan mes y medio esperando el permiso de las autoridades para depositar su cargamento.
Todos estos aspectos se resumen en el quinto y último: un esfuerzo colectivo para alcanzar la paz en el país, que se encamina a su séptimo año de conflicto.
Para detener la hambruna, apunta Lowcock, la violencia debe cesar. A pesar de los combates en Marib, ahora mismo reina en varias partes de Yemen un precario alto el fuego; «una oportunidad importante para que Yemen alcance una paz duradera», según el responsable humanitario. «La única manera de acabar con la crisis», ha remachado, «es acabar con la guerra».