La agencia EFE publicó ayer miércoles los nuevos datos sobre el origen de la pandemia más mortífera de la historia, publicada por la revista científica nature. Un equipo multidisciplinar de científicos ha logrado despejar uno de los mayores misterios de la ciencia; su origen se atribuye a la región de las montañas Tian Shan de Asia Central.
La peste llegó al mediterráneo a mediados del siglo XIV a través de barcos comerciales desde el mar negro y se diseminó por Europa, Oriente Medio y el norte de África en un primer brote a gran escala conocido como la peste Negra, que se alargó en una pandemia hasta principios del siglo XIX, causando la muerte de más de la mitad de la población europea.
Esta enfermedad tuvo un impacto pavoroso: por un lado, era un huésped inesperado, desconocido y fatal, del cual se ignoraba tanto su origen como su terapia; por otro lado, afectaba a todos, sin distinguir apenas entre pobres y ricos. Quizá por esto último, porque afectaba a los mendigos, pero no se detenía ante los reyes, tuvo tanto eco en las fuentes escritas, en las que se encuentra descripciones tan exageradas como apocalípticas.
Sobre el origen de las enfermedades contagiosas circulaban en la Edad Media explicaciones muy diversas. Algunas, heredadas de la medicina clásica griega, atribuían el mal a los miasmas, es decir, a la corrupción del aire provocada por la emanación de materia orgánica en descomposición, la cual se transmitía al cuerpo humano a través de la respiración o por contacto con la piel. Hubo quienes imaginaron que la peste podía tener un origen astrológico –ya fuese la conjunción de determinados planetas, los eclipses o bien el paso de cometas– o bien geológico, como producto de erupciones volcánicas y movimientos sísmicos que liberaban gases y efluvios tóxicos.