En el continente africano hay hasta 14 países cuyos habitantes siguen teniendo como divisa oficial el franco francés. Sí, el franco, pese a que desde los años 50 estos países dejaron de ser colonias de Francia y pese a que desde hace casi 20 años ni el propio país galo la utiliza.
El nombre de la divisa es franco CFA (Colonias Francesas de África), y en 2020 cumple 75 años -se creó tras el acuerdo de Bretton-Woods, en el cual también se crearon el Banco Mundial y el FMI tras la Segunda Guerra Mundial- como la moneda de referencia en Benín, Burkina Faso, Guinea-Bissau, Costa de Marfil, Mali, Níger, Senegal, Togo, Camerún, República Centroafricana, Chad, Congo, Guinea Ecuatorial y Gabón, repartidas en un grupo Occidental y otro Central.
Entonces, ¿cuál es la razón por la que esta unión monetaria sigue utilizando este anacronismo del control económico francés? El propio Jaques Chirac, expresidente de la República y ex-primer ministro, aseguró en 2008 que «el Gobierno francés recauda hasta 440.000 millones de euros en impuestos cada año» como contrapartida de la deuda colonial por la infraestructura construida por Francia.
Pero no solo supone una fuente de ingresos que diezma más si cabe a algunos de los países más pobres del mundo, sino que además concede a Francia un control económico sobre esta zona sin igual en el mundo. Otra prueba de ello es que el Estado francés tiene prioridad sobre los recursos naturales de estos países, que no son pocos, ni poco valiosos, a la vez que las empresas francesas tienen prioridad para adjudicarse contratos públicos en estos lugares.
El control también se traslada a la política monetaria. Estos catorce países están obligados a depositar el 50% de sus reservas de divisas en el Banco de Francia, bajo el control directo del Tesoro público galo. El resto de sus reservas no son suficientes para hacer frente a las necesidades de estos países, por lo que estos habitualmente deben pedir préstamos al propio Estado francés, con sus intereses incluidos. Asimismo, Francia está presente en las tres instituciones del franco CFA: El Banco Central de los Estados de África Occidental (BCEAO) y el Banco de los Estados de África Central (BEAC), donde nombra a representantes con derecho de veto.
Los argumentos a favor de la existencia de esta moneda tampoco faltan y, tal y como explica Javier Rivas, profesor de EAE Business School, «ha supuesto una fuente de estabilidad para estos países, ya que el Banco Central Francés apoyaba que existiera una paridad entre el euro y el CFA», que se ha mantenido en un cruce fijo de 655 francos por euro.
«Si analizas lo que ha pasado en otros países de este entorno que no están incluidos en la unión monetaria, la evolución ha sido mucho peor, sufriendo varias devaluaciones de sus divisas y con una inflación descontrolada, como es el caso de Angola, por ejemplo», añade Rivas. «Lo malo es que estos países son muy distintos entre ellos, y tener una divisa fuerte limita mucho su competitividad internacional a la hora de exportar, especialmente sus productos, que son de un bajo valor añadido», arguye el profesor.
Los ocho países de la zona occidental llevan años exigiendo la abolición de este sistema, el cual el año pasado se acordó finalizar el próximo mes de julio, aunque Rivas no cree que «se cumplan los plazos, ya que todavía estos países no se han puesto de acuerdo en los detalles del nuevo sistema, como el nombre de la nueva moneda, qué países integrarán la unión o las condiciones para entrar a formar parte de la misma, además de otras cuestiones». «Tengo dudas de que esta nueva moneda sea más estable que la anterior. Al final, el Banco de Francia le aportaba credibilidad, aunque también se enriquecía con los ingresos por el señoreaje -el negocio de la emisión del dinero-«, concluye Rivas.
El nombre preliminar de esta divisa es el Eco. Desde Ebury apuntan que «el cambio será mayormente cosmético aunque las reservas de divisas dejen de estar en Francia. Aumentará la soberanía económica de estos países pero también el riesgo de inestabilidad en la divisa y de mayor inflación, y la impresión de dinero como alternativa a los impuestos».