El médico de Biden, el doctor Kevin O’Connor, ha informado ayer miércoles de los resultados de la operación a la que se ha sometido Biden y ha explicado que las pruebas que se le practicaron al presidente revelaron que sufría de un adenoma tubular, una lesión benigna de crecimiento lento pero con posibilidad de ser maligna.
O’Connor ha señalado que el presidente ya ingresó en quirófano en 2008 para que se le practicase una operación similar, y ha remarcado que ahora ya no se requiere más atención ni operaciones, aunque sí le ha recomendado una revisión rutinaria y le ha instado a Biden a que realice una nueva colonoscopia en siete o diez años.
El presidente cedió temporalmente el poder a la vicepresidenta del país, Kamala Harris, mientras duraba la anestesia de la colonoscopia a la que se sometió el pasado viernes en el hospital Walter Reed.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, recordó que la situación no era nueva –ya ocurrió en 2002 y 2007, cuando el entonces presidente George W. Bush se sometió al mismo procedimiento–, pero sí que se ha tratado de la primera vez que el poder ha recaído sobre una mujer.
Al día siguiente Biden ya estaba «en condiciones» para «cumplir con éxito sus obligaciones», según indicó su médico.
Radiografías realizadas en las pruebas al inquilino de la Casa Blanca determinaron que tiene artritis en la columna y daños «de moderados a severos» por el desgaste normal debido a su edad. Esto, según el médico, no requiere tratamiento concreto al no ser demasiado grave y justifica la rigidez en su caminar.
Por otro lado, al presidente se le ha descubierto una hernia de hiato, lo que le provoca reflujo y podría explicar su carraspeo más frecuente.