El número de víctimas mortales por la brutal explosión del martes en Beirut supera ya el centenar; además, unas 4.000 personas resultaron heridas en la detonación, que tuvo lugar en el puerto de la ciudad. Los equipos de emergencia siguen rastreando la zona en busca de personas desaparecidas.
Los hospitales de Beirut se han visto desbordados por la situación, y los médicos han tenido que a tratar a los pacientes en clínicas veterinarias y aparcamientos. Algunos de los heridos fueron enviados a hospitales de ciudades tan lejanas como Trípoli, a 80 kilómetros al norte de la capital.
Golpe
La explosión ha asestado otro golpe devastador a un país inmerso su peor crisis económica en décadas. Marwan Abboud, gobernador de Beirut, calcula que los daños oscilan entre los 3.000 y los 5.000 millones de dólares.
Los helicópteros que sobrevolaron la zona mostraron imágenes de casas y oficinas situadas a kilómetros del puerto que habían quedado completamente destrozadas. Según las autoridades, la explosión tuvo lugar en un almacén que contenía 2.700 toneladas de nitrato de amonio.
Hassan Diab, el primer ministro del Líbano, que describió la explosión como una «catástrofe», anunció que los detalles sobre el almacén se harán públicos a su debido tiempo. «No me adelantaré a las investigaciones. En este momento, la prioridad es gestionar el desastre, sacar a los mártires y curar a los heridos, pero prometo que esta catástrofe no quedará impune y que los responsables rendirán cuentas», declaró .
Aunque un alto cargo de la Cruz Roja libanesa confirmó la muerte de más de cien personas, todo apunta a que la cifra irá aumentando a medida que pasen las horas.
La explosión coincide con una grave crisis financiera en el país, que además se enfrenta a un aumento en el número de contagios por coronavirus. La deflagración levantó por los aires el puerto de Beirut, una zona de vital importancia para el Líbano, cuya economía depende de las importaciones, y que ya es víctima del alza de los precios de los alimentos y del aumento de la pobreza debido a una grave crisis económica. Según los economistas, cerca de tres cuartas partes de las importaciones del Líbano entran por el puerto.
Los hangares de la zona franca de Beirut también fueron destrozados en la explosión. Ahora mismo el Líbano es uno de los países más endeudados del mundo; en marzo incurrió en un impago de 90.000 millones de dólares. La libra libanesa se ha desplomado y la inflación ha aumentado a alrededor del 56%. El FMI prevé que la economía se contraerá un 12% este año.
Los analistas creen que no se tardará en responsabilizar de la catástrofe a la clase política que ha gobernado el Líbano desde el final de su guerra civil en 1990, y contra la cual ya hubo protestas masivas por corrupción en octubre del año pasado.
«Es un duro golpe y agrava lo que ya era una situación económica muy delicada, las consecuencias para la población serán devastadoras», opina Jason Tuvey, economista de mercados emergentes de Capital Economics, que calcula que la economía libanesa se contraerá un 30% este año. «Ahora cabe esperar que los países de todo el mundo se muestren más dispuestos a ofrecer ayuda financiera, aunque esta se destinará a causas humanitarias y fondos de reconstrucción, no a la gran financiación que el Líbano necesita para hacer frente a sus problemas de deuda», sostiene Tuvey.
El primer ministro Diab declaró el miércoles día de luto nacional e hizo un llamamiento de ayuda a la comunidad internacional. Por el momento, países como Qatar, EEUU y Francia ya se han comprometido a enviar asistencia.
La Comisión Europea anunció el miércoles que activaría su mecanismo de protección civil solicitado por el Gobierno libanés. La ayuda enviada por la UE incluirá a 100 bomberos especializados en labores de búsqueda y salvamento.