El Covid-19 ha tenido un impacto inmediato a gran escala. Pero lo que resulta mucho más difícil pronosticar es cómo afectará la pandemia a largo plazo.
¿Qué sabemos después de 10 meses de Covid-19? Sabemos que el mundo estaba mal equipado para hacer frente a una pandemia que ha causado alrededor de 1,1 millones de muertes en todo el mundo, principalmente entre los ancianos. También somos conscientes de que algunos países han erradicado la enfermedad con mucho más éxito que otros.
Sabemos que el Covid-19 ha provocado una enorme recesión global, aunque el impacto no ha sido el mismo en todos los países. Esto ha causado daños económicos especialmente graves entre los jóvenes, las madres trabajadoras relativamente poco cualificadas y a las minorías más vulnerables.
También sabemos que el distanciamiento social, en parte espontáneo y en parte forzado, ha perjudicado a todas las actividades que dependen de la proximidad humana, al tiempo que ha beneficiado a las que favorecen que las personas se queden en casa.
Esto ha reducido los viajes. Sabemos que un gran número de empresas acumulan un nivel desorbitado de deuda y que muchas no sobrevivirán. La intervención de las autoridades fiscales y monetarias no tiene precedentes en tiempos de paz, sobre todo en países con monedas aceptadas internacionalmente.
Por otra parte el ‘juego de culpas’ por la pandemia ha desestabilizado las relaciones entre EEUU y China. Además, el Covid-19 ya ha puesto en tela de juicio la globalización, especialmente de las cadenas de suministro.
A continuación se exponen diez formas en las que la Covid-19 cambiará nuestro mundo a largo plazo.
Primera, el futuro de la pandemia. Aunque cabe la posibilidad de que una vacuna esté disponible muy pronto y llegue a todo el mundo no mucho después, este resultado parece improbable. De no hacerse realidad, la enfermedad seguirá representando una amenaza durante mucho tiempo.
Segunda, las pérdidas económicas a largo plazo. Estas dependerán en parte de la rapidez con que se controle el virus, pero también de la profundidad de las cicatrices, en concreto, del impacto del desempleo, la deuda incobrable, el aumento de la pobreza o la interrupción de la educación. La economía mundial y la mayoría de las economías individuales probablemente sufrirán los efectos de la pandemia y sus ciudadanos también serán más pobres de lo que hubieran sido sin la propagación del virus.
En tercer lugar, la estructura de las economías. ¿Volverán a ser como eran antes del Covid-19 o dejaremos de viajar y desplazarnos a las oficinas? Lo más probable es que sean una combinación de ambas cosas. Los viajes se reanudarán y también lo harán los desplazamientos diarios. Pero es posible que no se recupere al statu quo anterior al Covid. Hemos dado el salto a un nuevo mundo virtual que no abandonaremos. Esto cambiará para mejor algunos patrones de vida y trabajo.
Cuarta, un papel más destacado de la tecnología. Esto no va a cambiar. Al mismo tiempo, la importancia de los gigantes tecnológicos ha puesto el foco en su enorme influencia. Es probable que aumente la presión para regular los monopolios y aumentar la competencia, especialmente en el sector tecnológico.
En quinto lugar, la mayor intervención del Gobierno. Las grandes crisis tienden a provocar un cambio radical en el papel de los gobiernos. Vale la pena destacar la presión para que lleven a cabo una ‘mejor reconstrucción’. Pero también cabe preguntarse si los gobiernos serán más intervencionistas que antes de la pandemia.
Sexta, las intervenciones. Los bancos centrales se han comprometido a ‘mantener los tipos de interés bajos durante mucho tiempo’.
Si los tipos de interés reales y nominales siguen siendo bajos, los gobiernos podrán gestionar sus propias deudas y ayudar a gestionar la reestructuración de las deudas contraídas por otros. En algún momento, habrá que reducir los déficits fiscales. Dadas las presiones para aumentar el gasto, es probable que esto signifique impuestos más altos, especialmente para los más ricos.
Séptima, el efecto en la política interna. Algunos países han dado una respuesta eficaz a la crisis, mientras que otros no lo han hecho. Esta diferencia no ha estado marcada por el hecho de que un país sea o no democrático. Los dirigentes más demagogos y populistas, como Jair Bolsonaro, Boris Johnson y Donald Trump, han obtenido malos resultados. Esto puede provocar un cambio en contra de sus políticas.
Octavo, impacto en las relaciones internacionales. Se trata de una crisis mundial que sólo puede gestionarse eficazmente con la cooperación a nivel global. Sin embargo, las tendencias hacia el unilateralismo y los conflictos internacionales han cobrado fuerza durante la pandemia. Hay muchas posibilidades de que esto empeore ahora, especialmente entre EEUU y China.
Noveno, el futuro de la globalización. La globalización de los bienes ya se había ralentizado después de la crisis financiera de 2008. Es probable que se la tendencia se consolide después del Covid-19. Todo apunta a que el sistema multilateral se verá aún más deteriorado, especialmente la Organización Mundial del Comercio, y que las diferencias comerciales entre Occidente y China no se resolverán. Por otra parte, la globalización virtual se acelerará.
Por último, la gestión a nivel global. En este aspecto, la Covid-19 es un arma de doble filo. Por una parte, hay un mayor deseo de hacer las cosas mejor, no sólo a nivel nacional, sino también a nivel mundial, sobre todo en relación con el clima. Por otra, hay una menor legitimidad de los acuerdos internacionales, especialmente en EEUU, que se ha retirado del acuerdo del clima de París y de la Organización Mundial de la Salud.
El Covid-19 ha supuesto una profunda conmoción después del enorme impacto de la crisis financiera mundial hace apenas 12 años. Seguramente tendrá grandes consecuencias a largo plazo para las empresas, la economía, la política interna y las relaciones internacionales. Habrá muchos cambios. Si hay algo que sepamos, es que sigue habiendo una enorme incertidumbre.