En los últimos años, la cantidad de personas que piden limosnas en las calles de Malabo ha aumentado notablemente, y es común encontrarlas en lugares concurridos como: bancos, supermercados, hoteles, y plazas, donde solicitando ayuda económica alegando que es para su subsistencia. Aunque algunos creen que los que piden lo hacen por necesidad genuina, pero cada vez más personas cuestionan las verdaderas intenciones detrás de la mendicidad.
«Eso me confunde personalmente; una persona que no está enferma y no tiene una discapacidad aparente, la ves todos los días pidiendo a quienes pasan. Al final del mes, creo que algunos pueden recaudar cantidades que superan los salarios de algunos funcionarios», comenta Teresa Nchama en una entrevista con este canal. Historias como la de Teresa no son aisladas, dado que varios ciudadanos han expresado su frustración al encontrarse con individuos que, probablemente han hecho de la mendicidad su modo de vida.
Para muchos, la línea entre la necesidad genuina y la elección de pedir como forma de sustento se ha vuelto difusa. Pedro Abaga, un hombre que encontramos saliendo del supermercado, señala: «Miren hijos, yo empecé a dar, pero ya no lo hago ¿Saben por qué? Esta señora que ven con una camisa amarilla –señalando a la mujer que se encontraba delante de nosotros-, yo mismo la ofrecí trabajo hace mucho tiempo y me dijo que no. Aunque me sobre dinero, no puedo volver a ayudarla, porque todos luchamos para seguir adelante. No voy a regalar mi sudor a alguien que no está dispuesta a ganar su pan, y eso nos confunde; al final ya no se sabe quién realmente necesita y quién aprovecha», declaraba.
Otros afirman que algunas personas emplean estrategias para generar más compasión, como llevar en brazos a bebés que muchas veces ni son sus hijos. «Tengo dos hijos que quiero mucho. Entonces, cuando otra madre me pide ayuda porque su bebé de meses no ha comido, eso personalmente me parte el alma», expresa otra señora con la que hemos hablado al salir del banco.
Una situación que parece reflejar lo que en su día dijo el dramaturgo español, Jacinto Benavente: «Lo peor que hacen los malos es hacernos dudar de los buenos». Hay muchas personas en situaciones reales de necesidad que requieren una mano amiga para salir adelante; pero también hay quienes han aprovechado esta coyuntura para convertir la mendicidad en una fuente de ingresos.
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