El día a día de muchos hogares de nuestro país está siendo marcado por la falta de un propósito claro, tanto para los hijos como los padres. Y, dada la naturaleza de nuestras culturas y/o tradiciones, obviamente, resulta difícil comprender o descodificar algunos fenómenos que nos rodean, y más aún cuando las familias se ven amenazadas por problemas externos como la apropiación cultural y la globalización, que suponen un aliciente en la pérdida de autoridad y/o control que los padres deberían ejercer sobre sus hijos.
La falta de autoridad observada en muchos padres, y por ende, el caos registrado en el seno de varias familias ecuatoguineanas, podría obedecer básicamente a la disfuncionalidad en el desempeño de las funciones que ellos deben ejercer como responsables de dichas células sociales. Esta realidad plantea una profunda reflexión acerca del futuro de las estructuras parentales y el desafío de recuperar su lugar, a través de la restauración de los valores tradicionales, que defienden el respeto, el orden y el sentido de compromiso. Ser cabeza o líder de un hogar, tiene una connotación que no se limita al mero hecho de traer al mundo a unas criaturas; más bien, es una responsabilidad que se extiende en el plano del ejercicio de autoridad, para la transmisión de valores y/o una educación integral.
Araceli Akeng Nsue Nfumu, Socióloga y Jefa del Departamento de Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial (UNGE), considera que las estructuras familiares del país enfrentan grandes desafíos, debido al consumismo externo originado principalmente por abrazar tendencias que afectan estructuralmente la educación en los hogares. «Está el tema de la globalización cultural, que está llevando a cabo una difusión de ideas, valores y estilos de vida culturales que están reemplazando las formas locales de hacer las cosas en algunas culturas o sociedades, como es el caso de Guinea Ecuatorial, cuyas tradiciones están siendo exprimidas por otras culturas», sostiene Akeng Nsue.
La educación en los hogares está fragmentada entre el occidentalismo y el panafricanismo, generando un desequilibrio cultural que aplasta el papel de los padres sobre sus hijos. Un fenómeno que deteriora dicha estructura social y que, además, conlleva actitudes como la desobediencia y la falta de comunicación entre progenitores y proles.
«Aquí, nuestros valores ancestrales en la educación de los hijos no dicen nada. Se copia modelos de educadores «permisivos» de otras culturas que opacan la autoridad de los padres, cuando no se manejan adecuadamente. Además, el uso incontrolable de la tecnología provoca la creación de bandos dentro de la familia, con ideas y opiniones enfrentadas, que no deciden exactamente quién es quién. Los padres quieren imponer su autoridad y los hijos quieren hacer uso de sus libertades”, explica.
Los valores ancestrales: ¿Un factor crucial en la restauración de la autoridad en los hogares?
Un fragmento de una de las obras literarias del Dr. Joaquín Mbana Nchama define la tendencia actual del grupo étnico más grande de Guinea Ecuatorial, el Fang, y habla de que es un pueblo que ha «abrazado la vida disoluta”, lo que conlleva consecuencias desagradables que justifican su desligada afinidad con la moralidad ancestral. Ciertamente, la identidad de un pueblo, que explica en su conjunto todas sus prácticas, se relaciona con su vida primordial. Sin embargo, contrariamente, se observa que la sociedad ecuatoguineana tiende cada vez más a alejarse de su esencia tradicional.
«Para que nuestros valores ancestrales nos ayuden más a orientar la educación de nuestros hijos e hijas en los hogares, primero debemos volver a creer en nuestras tradiciones, aceptarlas a pesar de las exigencias del mundo moderno, empezar a practicarlas de nuevo y educar a nuestros hijos e hijas en ellas», dice la experta.
La autoridad en el seno parental discute el papel del padre y la madre, dos figuras tradicionales que se encuentran inmersas en un constante desacuerdo acerca de la responsabilidad de cada uno en relación con la coordinación y gestión de un hogar.
“El papel de la mujer como madre y del hombre como padre, deben redefinirse culturalmente, considerando el empoderamiento de la mujer, para saber quién hace qué y cómo compartir esta responsabilidad que exige desarrollar una parentalidad positiva. Los niños y las niñas necesitan crecer con una buena orientación en los deberes, derechos y obligaciones que tienen para con la familia, y sus padres deben ser sus referencias”, insiste Araceli Akeng Nsue, defendiendo que “restaurar la autoridad en el hogar implica muchas cosas; los padres y las madres actuales, apodados como modernos, deben saber quiénes son culturalmente; deben volver a aprender de sus tradiciones, reteniendo aquellos valores que no se extinguen, como la comunicación, la disciplina, el respeto, el consejo, el trabajo, la confianza y la unión familiar”.
La pérdida de poder de los padres sobre sus progenies explica la desunión, el desamor y el alejamiento que viven muchas familias, como uno de los elementos que evidencian la desautorización de los progenitores en la vida de los descendientes.
Carmen Cristina Andeme, proveniente de una familia numerosa, relata que su padre se casó con tres mujeres y tiene más de 20 hermanos. La joven de 35 años, describe que en su casa no hay una estructura parental definida que permita a los hijos hacer las cosas según convenga. Ella menciona problemas en el hogar, como «la falta de un discurso imparcial por parte de sus progenitores», lo que la llevó a irse de casa y buscarse la vida lejos de su familia. “Noté que mi padre no era sincero con todos. No se sentó en ningún momento con nosotros para tratar los problemas de la familia. Te llamaba a ti y te decía una cosa, luego llamaba al otro y le decía otra. Un padre debe ser transparente entre sus hijos”, cuenta Carmen Cristina.
Los ejemplos de la caída de la autoridad paterna o materna se reflejan en un padre o madre con vicios de riesgo, como el alcohol, el desempleo o el uso de la violencia. Además, algunas figuras paternas caen en el error de adoptar medidas equivocadas para imponer orden en sus hogares, como insultos o maldecir a los niños, situaciones que les hacen perder respeto y consideración.
“Estas actitudes de los progenitores son observadas por los hijos; los evalúan y algunos pueden llegar a decepcionarse al no encontrar en sus progenitores esos valores que les inspiran a formar su ser, quedando emocionalmente afectados al perder las expectativas de estar orgullosos de su padre o madre y tenerles como ejemplos a seguir en todos sus actos”, sostiene la socióloga Araceli Akeng.
Bajo la premisa de que “quien no aporta algo en tu vida, no puede tener control sobre ella”, se observa que actualmente es difícil que un padre incapaz de garantizar las necesidades básicas de un hijo adolescente, como la escolaridad, la alimentación y el privilegio de un hogar con las comodidades necesarias, pueda tener poder sobre él o ella. “Este contexto es el más peligroso”, indica.
En definitiva, la experta en sociología recomienda a los padres que presentan estas deficiencias de pérdida de autoridad investigar para encontrar soluciones especializadas que les ayuden a orientar y recuperar el control de sus familias. De igual modo, Araceli Akeng aconseja apoyarse en aspectos tradicionales para dar solidez a estas orientaciones.
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