Con sabor agridulce el sector turístico está viviendo la segunda fase de desconfinamiento decretada por el Comité Político de Vigilancia y Lucha contra el Covid-19 en el país, a recomendación del Comité Técnico.
Por un lado, los empresarios del mundo de la hostería y turismo ven con buenos ojos la reapertura de sus locales después del cierre de aproximadamente tres meses obligado por evitación de la propagación del coronavirus con la prohibición de aglomeraciones.
Los meses del cierre han supuesto para los empresarios un escollo a nivel económico, ya que, a pesar de la inactividad, han tenido que enfrentarse al pago de facturas (alquileres, electricidad) y variedad de gastos que incluso han obligado a muchos usar o agotar sus reservas.
La reapertura de los locales, se presenta como un alivio para los dueños de los locales, que van recuperando actividad y capacidad económica de forma paulatina, aunque no de manera en la que quisieran, al tener que estar sometidos a cumplir unos protocolos de seguridad que exige Sanidad para evitar futuros rebrotes de la pandemia del coronavirus en el país, como lo es el respeto del aforo del 50% en los locales. Precisamente es esa medida la que por otro lado supone un ‘suicidio’ para un gran número de empleados de este sector, quienes hasta la fecha siguen en sus hogares sin poder reincorporarse a sus puestos de trabajo, ya que sus empleadores no pueden asumir acoger a todos los empleados, dada la condición de limitación de ingresos que tienen.
En una charla con José Luis Alogo Nguema, propietario del paff Viva el Rollo, señala que “tenemos que asumir las consecuencias de la pandemia, porque no nos queda de otra”, refiriéndose a la reducción de plantilla que ha tenido que practicar ‘lamentablemente’, dice. Explica que no puede reincorporar a todos sus empleados porque los ingresos no lo permiten.
Como él, muchos empleadores han tenido que enfrentarse a reducir drásticamente el personal con el que contaban antes de la pandemia, para poder adecuar o equilibrar la balanza entre ingresos y gastos.
Muchos de los trabajadores que se han visto sometidos a este proceso, en este momento se encuentran en una situación ‘caótica’, según manifiestan.
María del Carmen Angué, una joven de 26 años que trabajaba en un reconocido restaurante de Malabo, asegura “ya no saber qué hacer, ni cómo pagar la casa, sin hablar de comer ni de cuidar de mi hijo de dos años”, dice. Ahora, según manifiesta, vive de la ayuda de su amiga y compañera, quien por suerte no fue despedida.
Al igual que ella, muchos de los que han conversado con este medio en la elaboración de este reportaje, aunque conservando su anonimato por miedo a represalias posteriores, sugieren que sus jefes tengan compasión de ellos: “pedimos que al menos puedan darnos algo, solo para manutención, al tiempo que esperamos que esto se acabe lo más pronto posible. Sabemos que ellos también tienen dificultades”, señalan.
Al darse el hecho de que Sanidad no haya puesto una fecha concreta para el siguiente cambio de fase, los trabajadores del sector turístico (hostelería y restauración), tampoco conocen a día de hoy cuándo terminará su etapa de seguir en casa sin percibir ningún ingreso.