Un brote de sarampión, declarado oficialmente el 10 de junio, ha causado la muerte a 100 niños menores de 10 años en la República Democrática del Congo. En lo que va de año la enfermedad ya se ha cobrado casi 2.000 vidas en todo el país –de los 115.000 casos registrados- y el 75% de las víctimas mortales son niños. La población del noroeste del país también se enfrenta los coletazos del ébola. El movimiento de familias que huyen de los ataques y la violencia es constante y deja a los habitantes de la zona en condiciones de hacinamiento y vulnerabilidad extrema.
Mientras el ejército regular (FARDC) recuperaba cuatro pueblos en la región de Djugu, tras tres días de enfrentamientos, las autoridades congoleñas han confirmado la muerte de más de 100 niños por sarampión en uno de los campos de refugiados de Djugu –cerca de Bunia-, donde los choques armados se han recrudecido en las últimas semanas. La mitad de los centros de salud y las escuelas has sido destruidos durante el conflicto. La provincia de Ituri, donde hay 35 campamentos de muy difícil acceso con 40.000 desplazados –la mayoría mujeres y niños- y afectada también por el virus del ébola, es la región más afectada.
El responsable del hospital de Bunia, Ignace Bingi, está alarmado. “Se registran fallecimientos prácticamente todos los días”, ha denunciado, en una situación que califica de “drama”. El coordinador de emergencias de Médicos sin Fronteras (MsF), José Mas, ya avisó hace un mes que la extensión de la epidemia de sarampión declarada en la República Democrática del Congo podría ser «una de las más mortales desde que la enfermedad resurgiera en el país en 2011 y 2012».
Para responder a la emergencia, el Ministerio de Salud congoleño ha iniciado una campaña de vacunación masiva para poder proteger a 67.000 niños en Ituri. Cuenta con el apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y de Médicos Sin Fronteras (MSF), para desplegar a los trabajadores de salud que van a inmunizar a los niños. El sarampión es una enfermedad muy contagiosa, pero de fácil prevención con la vacuna.
“La amenaza combinada de ébola y sarampión para miles de familias desplazadas viviendo en campamentos sobrepoblados e insalubres no tiene precedentes” ha alertado el representante de UNICEF en la República Democrática del Congo, Edouard Beigbeder. Añadiendo que “tenemos una oportunidad muy reducida para prevenir una pérdida masiva de vidas”.
Para mitigar las altas condiciones de riesgo, los primeros objetivos de la campaña son cuatro campos de Bunia, uno de los cuales es vecino del centro de tratamiento de ébola. Los desplazados viven a solo 100 metros del centro y a tres kilómetros de dos casos de ébola registrados recientemente. A la dificultad de trabajar en entorno de violencia, el personal de la salud encargado de la vacunación está adoptando protocolos adicionales, y entre los vacunadores habrá un especialista para evaluar y diagnosticar posibles cuadros de ébola.
La peligrosa cercanía entre las dos enfermedades, en una zona tocada además por la malnutrición y la malaria, hace temer lo peor. La guerra sigue dejando a Congo en jaque. El brote de ébola se declaró hace casi un año y ha dejado 1600 muertos, pero está lejos de estar controlado.
La República Democrática del Congo es el escenario del conflicto más mortífero del mundo, que se concentra en la zona este del país. Desde sus inicios, han fallecido cinco millones de personas, pero además, la guerra ha condenado a miles de personas a ser desplazados permanentes.