El primer ministro de Etiopía Abiy Ahmed, de 43 años, ha sido elegido este viernes Premio Nobel de la Paz 2019. “Nos sentimos orgullosos como nación”, ha sido su primera reacción según una nota emitida desde su oficina en Addis Abeba. Entre sus méritos se encuentran la firma de la paz con Eritrea tras un agrio conflicto de dos décadas y su decisiva mediación en el proceso de transición en Sudán, que condujo este mismo año a un acuerdo entre civiles y militares. Desde que llegó al cargo, el 2 de abril de 2018, ha protagonizado una auténtica revolución democrática en su país. Promovió a la presidencia de su país a Sahle-Work Zewde, la única mujer jefa de Estado en África, y nombró un Gobierno paritario, entre otras profundas reformas.
Cuando muchas quinielas apuntaban a la adolescente noruega Greta Thunberg, que se ha erigido en un icono de la lucha contra el cambio climático, el Comité Noruego del Nobel ha decidido entregar el Nobel de la Paz a uno de los dirigentes africanos de moda. La llegada al poder de Abiy Ahmed supuso una auténtica bocanada de aire fresco en todo el continente, pero sobre todo en Etiopía. Una de sus primeras medidas fue la liberación de miles de presos políticos y dar por terminado el estado de emergencia en su país, que había sido usado por el Gobierno anterior para cometer violaciones de derechos humanos, según organizaciones internacionales.
Abiy Ahmed, de padre musulmán de la etnia oromo y madre cristiana ortodoxa de Ahmara, ha emprendido un camino de profundas reformas en un sistema político marcado por los equilibrios étnicos. Ingeniero informático de formación, se unió desde joven al grupo armado que forzó la caída del dictador Mengistu para, posteriormente, entrar en el Ejército, donde desempeñó tareas de comunicación e inteligencia. En paralelo comenzó su carrera política en el Partido Democrático Oromo, convirtiéndose en diputado de la coalición gobernante en 2010.
Su afán reformista, que en el ámbito de la economía persigue la liberalización y apertura de la economía, no ha sido bien recibido por todos. El 23 de junio de 2018, apenas tres meses después de su llegada al poder, le lanzaron una granada que le explotó a menos de 20 metros aunque no le causó ningún daño. Las primeras investigaciones apuntaron a sectores involucionistas dentro del Ejército y las fuerzas de seguridad.
Sin embargo, el Comité del Nobel ha valorado sobre todo la firma de la paz con Eritrea, un viejo conflicto que enfrentaba a los dos países vecinos y que concluyó con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas el 8 de julio de 2018, pero también sus constantes esfuerzos hacia la paz en Sudán del Sur y en Sudán, donde a instancias de la Unión Africana logró que civiles y militares golpistas firmaran un acuerdo para la creación de un consejo de transición.
El premio Nobel de la Paz se fue ya el año pasado en parte a África, al recibirlo el médico congoleño Denis Mukwege, que lo compartió con la activista iraquí yazidí Nadia Murad, ambos distinguidos por sus esfuerzos para terminar con el uso de la violencia sexual como arma de guerra en conflictos armados.
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